Come
fly with me, let's fly, let's fly away. Frank Sinatra quería
escapar: acaso la belleza cosmopolita no le era suficiente, no le
alcanzaba con penetrar a la mujer que se le pusiera en frente, con
tener acceso ilimitado a las mejores drogas de la Hollywood dorada,
con ostentar un talento genuino con una voz genuina, un centenar de
tarjetas de crédito con respaldo ilimitado en cualquier país del
mundo, viajes de cortesía, amas de llaves bilingües, trajes de
terciopelo y corbatines de seda, la disposición incondicional de la
mafia para encaminar cualquier tipo de tareas ilícitas y cenas en el Everest
de una fama correspondida.
Come
fly with me, let's float down to Peru. La puta que te parió, Frank.
Tenías París, Moscú, Amsterdam y Barcelona. De seguro tenías
millas acumuladas para tomarte un avión ida y vuelta a una estrella
con tu nombre, pero decidiste que Perú podría ser un gran destino.
Pusiste la mira en una zona de clima inestable, con altísima
probabilidad de sismos, gente doblada por las noches y quebrada en
castellano. Ahí no hay rubias de New York. No sé cómo hubieras
hecho para cambiar tu paladar.
Once
I get you up there where the air is rarified. No hay nada para ver.
Desde arriba, en un punto cenital, las cosas son aún más
insignificantes: las casas forman parte de un enorme tablero para
juegos de mesa, un gran Monopoly de colorida miseria y riqueza
caprichosa, los ríos se vuelven hilos de agua vertida en la mesa de
la cocina de casa, la gente se hace puntitos estrellados contra una
postal helada. Escapar hacia el cielo nunca resulta una buena opción.
Nada se ve más grande desde arriba. Salvo el vacío.-
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imagen extraída de aquí.-
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