Más allá de la comodidad de haber descubierto una familia más normal que el clan Manson, de que ya delegaste en mí la tarea de pagarte el monotributo cada mes y de que conozco la proporción de dulce de leche granizado que debe tener un cuarto de helado para que colme tus expectativas, está el tema -de impedimento técnico y economía física- del espacio: sobre tu pecho izquierdo y casi recostado hacia el centro de tu cuerpo, hay una muesca exacta en donde sólo cabe mi cabeza. Es un rincón preciso que te obliga -desde hace un tiempo y en adelante- a permanecer conmigo porque no hay otra estética que se ajuste a un tramo tan correcto, y sabemos que sería una pena que arruinaras la simetría de tus formas con otra cabeza cualquiera, que no haría más que desentonar -improvisar, distorsionar- sobre las líneas que yo mismo amoldé a mi gusto y con tu beneplácito. Es una hondura que me reconoce y me hace sonreír, inspira una vista magnífica en caso de que me recueste mirando a tu otro pecho -porque por lo general, vienen de a pares, y tu caso no es la excepción-, que no se sonroja por carecer del hueco exacto donde cedo a cualquier pregunta que por lo general me resulta incómoda, no se enoja porque a nadie le molesta que las cosas respeten su lugar en la naturaleza de la intimidad cotidiana.-
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1 comentario:
hermosa descripción con 1 equivocación geográfica
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