Estás por cometer un error grave, aconseja sin ánimos de aconsejar: más bien es un reto por anticipado, una queja que implica reproche, un te lo dije, un yo sabía que, y todo eso para darme un poco de miedo -poco-, el necesario como para confundirme al menos por esos minutos en que sus ojos apuntan y acompañan el ademán que hace con su lápiz, un gravísimo error vas a cometer, y ya no sé qué es lo que más le molesta, si el error en sí, la confianza que se tiene en el fracaso ajeno, o que el error sea sólo mío y -por esta y última vez- no de él, que siempre tuvo todo, manejó con profesionalismo el circo y los malabaristas y regenteó la verdulería como se administra una boutique, él sabe y eso lo entiendo, y por eso también me asusta, porque lo conozco, sé que espera algo de mí y que ya no tendrá nada más para esperar porque yo me voy, casi que me escapo, me corto solo por un instinto que él tuvo de joven pero que quizá olvidó, él sabe lo que es apostar, él lo hizo, y sé que cuando él me habla no lo hace con mala fe, yo lo entiendo aunque ahora mismo deba perderle un poco el respeto para desear que -por esta y última vez- él esté equivocado y divagar con que este error grave -gravísimo- será otro escalón a la gloria.-
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