Cansado de vestirme, de escribir y de hablar durante el día, sólo espero la noche para salir desnudo a correr por las calles, buscar refugio entre los canteros, trepar árboles, romper containers de basura y molestar a los vecinos tirando gatos contra sus ventanas: vidrios en el suelo, sobre las cubetas de alimento de los perros domésticos, y a veces, alguna que otra alarma que chilla furiosa, gritos desde las habitaciones, la idea de un ladrón violento, de un asesino brutal o un loco desnudo que jamás está. A lo sumo, habrá un gato muerto tendido en el piso de la cocina, pero no mucho más. Algo de sangre, un perro que ya comienza a rasgarle con los dientes un vientre abierto y aún tibio. Eso calma. No ser visto, y andar con la posibilidad de ser descubierto. Correr desnudo sobre los autos estacionados, arrancar los espejos retrovisores, pincharle las gomas, incendiar las cortinas metálicas de los supermercados. Y después sí: volver a casa. Besar a los hijos, lavar algún que otro plato que haya quedado de la cena, olor el pelo de una mujer y dormir, que mañana hay que despertarse temprano y los chicos tienen el acto por el día de una virgen cuyo nombre no recuerdo.-
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1 comentario:
La noche siempre ayuda mucho a que las inhibiciones cobren vida propia, se revelen contra sus dueños y festejen la libertad que brinda la oscuridad, la soledad, la calma.
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