Sentí el impúdico deseo de golpearte -así, tan impúdico, con énfasis en la "p": bien impúdico-, de someterte, hacerte daño, desnudarte y que te resistieras, que pidieras por favor que no, que te quejaras, insultaras, me agredieras y gritaras y rogaras que por favor no, que por qué, que yo qué te hice, que te pido por favor, no me hagas nada si yo a vos..., y yo que sin palabras, yo que a esa sonrisa tuya sólo quería responderle con la brutalidad del resentimiento, del despecho, porque vos me abandonaste, hija de puta, puta, yo dejé de acercarme a vos pero vos me abandonaste, yo te quería cerca, que fueras un estorbo, que no dejaras que yo la pasara bien con otra, que rogaras por mi fracaso, que amenazaras a mi mujer, me buscaras, celaras y encontraras por tu desquicio que hacía guardia en la puerta de casa, no quería que todo se diera así, de casualidad, y vos contenta, y yo contento pero con ganas de amasijarte, y por eso todavía canto La Reina Batata y pienso cuánto demoraría en cortarte en cuadraditos, ver tus ojos por última vez, sacarte los lentes, besarte la punta de la nariz, pintarte los labios con el rush de la otra y servirte por partes en un plato de plata.-
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