Tus primitos nos vieron hacer el sexo: descubrí los ojos de Benjamín justo detrás de la medianera, su pelo rubio y revuelto, los ojos inquietos de incoherente excitación, lleno de pánico y nervios pero sin asumir qué carajo hacer, qué decirle a Maurito, que también nos vio y supo esconderse mejor.
Te dije que alguien nos miraba y la idea te divertía. Cada vez que intentaba correrte más allá de la ventana -para tener, digamos, intimidad propiamente dicha-, eras vos la que pedías que lo hiciéramos en el patio, casi como si necesitaras compartir con cualquier vecino la cruda postal de tus pechos desnudos contra la pared de ladrillos en el patio. Y abrías el toldo. Facilitabas la tarea de los mirones. Te reías drogada, con los ojos cerrados, te ponías gritona para quien quisiera conocer lo mejor de vos.
Siempre desconfié de esa medianera: demasiado baja para ser útil, demasiado cerca de los aguantaderos tumba como para inspirarme seguridad. Me daba la idea de que podían llegar a espiarnos los pibes de la obra en construcción. Y al final, eran tus primos: dos borregos que aún no saben atarse bien los cordones, que juegan con autitos y fastidian el sueño de los mayores. Solo espero que hayan aprendido algo: odiaría no haber sido didáctico en plena etapa del crecimiento.-
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(imagen extraída de aquí)
1 comentario:
Uuff... Se me queda grabado
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