martes, 20 de agosto de 2013

juventud

Desde tu balcón se ve a un grupo de pibes que toman vino en un banco de plaza. Hombre pasa en moto. Dos gatos trepan árbol. La casa de iluminación es una esquina que parpadea en el silencio de Álvarez Thomas a las tres de la mañana. Fumo en la ventana aunque sé que no te gusta que fume, por eso fingís leer una revista de crochet que hace tres meses llegó por error a tu departamento. Movés las piernas debajo de la frazada, los anteojos caen hasta el filo de tu nariz, el vaso con agua sobre un best seller de literatura erótica y todo eso es alcanzado por la luz seca de un velador precioso pero que no alumbra. Mis viejas llaves de tu casa de soltera permanecen dentro de una media con lunares, al fondo de uno de los cajones del baño. No pretendo que esto sea un bosquejo lírico porque tampoco pretendo encantarte (otra vez). Ya no busco que vuelvan las narraciones de nuestra juventud, la forma en que nos mirábamos para elegirnos, las palabras exactas en los momentos de sexo pizzicato. Tampoco necesito la sonrisa del encargado del edificio ni la aprobación de tu familia lejana. Me conformo con que me dejes fumar en paz y saberte a mis espaldas, con tus ojos corridos hacia la ventana. Ya no pretendo medirme con los amigos de fin de semana, contar hazañas académicas y escuchar anécdotas preescolares. No quiero nada para mi próximo cumpleaños, no intentes ser original. Si estoy de humor, tal vez visite a mamá. Ya no pretendo la fauna y la flora de la dicha ni me interesa consultar a las brujas por el futuro que quisimos y que resultó bien distinto al que improvisamos. Ahora roncás con la revista de crochet sobre el pecho. Tus anteojos cayeron a las sábanas. Ya no pretendo casi nada que no haya conseguido y aunque no sé si eso habla bien de mí, estoy seguro de que habla bien de vos.-
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imagen extraída de aquí.-

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