miércoles, 6 de agosto de 2008

veinte

Tal vez el tiempo haga de esta carta una mera expresión de deseos, o peor aún, una torpe declaración de amor que vas a leerle a tus hijos dentro de veinte años, cuando descubras casi con simpatía y vergüenza los bordes de esta hoja de papel y ellos te pregunten con infantil curiosidad quién era él. Para ese entonces habrás olvidado mi nombre y mi teléfono: seré una figura en el cielo, imagen sin rostro, sin voz y hasta sin sentido. No vas a saber qué decirles cuando te pregunten quién te escribió tantos cuadernos, te sacó tantas fotografías, te regaló ese perfume que de a ratos, sentís cuando abrís la caja con los recuerdos. Por eso, mientras conserves el reflejo de lo poco que queda de nosotros -quiero pensar que aún algo queda-, y aunque tal vez te parezca que ya no tenés nada para darme y aunque yo entienda que todavía nos quedan tantas cosas, sólo no quiero dejar de hacer este último intento para que sepas que no hay nada que me interese más que esto. Esto es mi felicidad. Y que por esto, lo más probable es que forme una familia perfecta, tenga un buen empleo y hasta hijos hermosos, como los tuyos pero sin vos, y con la convicción de que no pude hacer nada para que al fin recuerdes mi nombre esa noche después de veinte años, cuando tu marido te pregunte con la curiosidad de los amantes por quién llorás y no sepas qué responderle.-
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(imagen extraída de aquí)

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