Hicimos el rocanrol en la parada del 39 en Constitución, a las tres de la madrugada de un miércoles tramposo y anoréxico. Esquivando perros, chorros, tranzas y consumidores, nos fuimos encariñando con el paisaje -el paisaje del uno y del otro-: tu brazo quedaba muy bien enredado en mi brazo, y yo me perfilé como un accesorio elocuente para tu colección de anillos y collares de oferta. Así fue como se produjo el careo y sin ronda de reconocimiento previa, nos dimos una tregua -acto seguido, una guerra- contra el paredón de la estación de trenes.-
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(imagen extraida de aquí)
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