Voy a taparte con
cualquier cosa que sea suave: una manta de hilo egipcio, una almohada
de fuego u otra mujer semidesnuda con afición a la crema humectante.
Recuerdo esos abrazos de aloe vera traicionero, pegajosas
demostraciones de cariño perfumado y cruel. Tus mínimos abrazos
lograban taparme -no sé cómo: fueron un improbable desafío a la
física de diciembre- y por eso creo que hoy merecés que sea yo el
que te cubra. Parece justo, y bien sabemos que soy respetuoso de las
obligaciones sociales. Solo nos convoca el check out final: tenencia
compartida de alguna mascota con demencia senil, repartición de
vajilla comprada a medias en algún viaje a Claromecó, cumpleaños
de amigos homosexuales en común. El resto ya fue tapado con otras
cosas inservibles. En las mudanzas se envuelven los muebles y hasta
los libros. A los caídos en cumplimiento del deber se los
guarda bajo una bolsa de nylon negro. Elijo taparte por última vez
porque sé que el invierno ya cargó la SUBE.-
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imagen extraída de aquí.-
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