jueves, 31 de marzo de 2011

Zaire

Estoy acabado y esa es mi única verdad. Sé que en cualquier otra circunstancia, que yo te dijera esto hubiese sido una revelación deliciosa, pero ahora, con el cadáver tibio que dimos en llamar nuestra relación, reírse en la cara de este sentimiento con ACV no sería más que un gesto de supina cobardía. Y aunque te considero una mujer cobarde, tengo claro que tu estupidez en incubadora todavía respeta los límites del cinismo. Decí entonces lo que quieras. Acusame del caos, la crisis, el granizo y el divorcio de tu prima. Yo sólo me la curtí una vez; el resto preguntáselo al (ex)marido. O a mí, qué se yo, me da igual, te respondo lo que quieras. En estas condiciones, me tienen sin cuidado tus planteos de trasnoche y droga blanda. Lo único que te pido es que no te cruces frente al televisor. Por lo menos bancá el código mínimo de la tregua y no me jodas. Porque si te digo que estoy acabado, y me notás acabado, y escuchás mi voz acabada y ves a este cuarto acabadísimo y al perro abatido y a las lamparitas quemadas y que hace días que no duermo, no sé ni de qué me venís a convencer. Para mí es lo mismo que me hables del helado de frutilla, la constitución de Zaire o el aumento en el costo del peaje. Portate como la dama que nunca fuiste, y si no querés velar en casa a este fiambre desconsolado, al menos -telopidoporelamordedios- no le metas el dedo en la nariz al muerto.-
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martes, 29 de marzo de 2011

Browning

El arma se disparó sola y eso no es culpa de nadie, o ahora también vamos a debatir esto, que un arma se haya disparado sola, justo al acostar el caño de la Browning 9mm sobre la mesa del parque. No tuve intención; no me retes ni me llores. Y dejá de insultarme, que ya te dije que no hice nada yo, quedate tranquila que así es mejor, no encuentro el teléfono, ¿y si no lo encuentro? ¿querés un trapo? agarrate bien, así, ¿te duele? es normal, fue un accidente, lo lamento tanto, de verdad, te duele mucho, ¿no? no, no lo encuentro, debe estar tirado en el baño, sos vos la que se peina y deja el teléfono por cualquier parte, la que habla con cualquiera y después se olvida dónde puso el teléfono, pero no es tan grave, vamos, dejá de llorar, ¿o qué? ¿qué me vas a hacer? dudo que así, con el tiro en la panza, llena de sangre y muerta de dolor como estás, consigas entrar a casa, buscar más balas, recargar la Browning y devolverme un tiro.-
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lunes, 28 de marzo de 2011

MacGyver

Con facha, cualquiera se levanta una mina. Con el caballo del comisario, no hay quien se resista a ser El Zorro. Un lindo es un lindo: de él, nadie espera nada que atente contra el cosmos de lo corriente. Por eso mismo, hablemos de los otros. Mejor dicho: de una sagrada estirpe forjada en la cotidianeidad de "los otros", lo que sin ser hermoso por naturaleza, debió ser atractivo por necesidad. Hablo de los tipos con labia, calle, parla, cancha, huevos, firulete y rabona en el encare para con las damas. Esos sí son los tipos que valen la pena, señores. Me refiero al MacGyver emocional, que con nada -con lo que para cualquiera sería la mismísima y absurda e inútil nada- te arma una caña de pescar y te lo sale a vender al por mayor. Y las minas -se sabe- compran. Debatamos de este tipo al que Dios, sin hacerle mayores concesiones, le destinó esa carita que madre mía...si te la encontrás de noche y andás medio confundido, quizá te cuelgues de la lámpara del alumbrado público. Ese tipo -un pura sangre a fuerza de garra, fundamentalista del remo a toda máquina, simpático para gambetear la virginidad ad eternum- merece el mayor de los respetos. Y el menor también. Por mí, los lindos se pueden ir a la mierda. Lindo es cualquiera que mas o menos logre alinear los genes indicados, y que hereda de sus padres -lindos, obvio- el Lemon Pie de los días. Pero el otro, el caradura, el que te agita el trapo, insiste, resiste y conquista, es un refinadísimo servidor del lo atamos con alambre más criollo que existe. Los que comen banco pero piden pista, y son el eterno pingo que juega a perdedor, y cuando los ves en el césped la rompen y coronan la gloria, esos muñecos cambian el mundo. Los feos con empuje, los que se las ingenian y ganan, esos sí que tendrán mi apoyo innegociable. A ustedes, lindos de espíritu, los quiero en mi equipo siempre.-
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miércoles, 23 de marzo de 2011

carpusa

Quiero que hagamos el sexo de los oficiales de tránsito, con esa intimidad disfrazada de compromiso social, de causa pendiente saldada con creces, de silencio uniformado y arremetida emocional. Quiero -te pido, exijo, ruego- que construyamos esta relación sin perder el eje del decoro y la sobriedad a base de un sombrero marmolado, una pechera fluorescente y una cachiporra siempre bien guardada. Es menester que demos con el encuentro exacto de dos cuerpos distraídos por un comprometidísimo estado de alcoholemia, drogadicción desenfrenada y excitación animal. Pensemos en la diplomacia del coger temprano, en la seriedad de los empleados municipales, sus misterios, el goce en imponer multas y castigos, juegos y prendas y caminos de seducción para lograr una coima con carpusa, una retribución a modo de diezmo por el trabajo de mierda que les toca vivir los días de tormenta. Así busco tenerte: bajo la lluvia y como una oficial de tránsito, casi muda, con las palabras medidas, sumisa cuando la situación lo requiere, breve, discreta, rescatada pero con los ojitos del que siempre está por decir algo genial sin oportunidad ni ingenio como para lograrlo.-
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lunes, 21 de marzo de 2011

tsunami

Despierto, preparo las tostadas, pienso en vos.
Trabajo, lo suficiente para vivir sin que nadie me pregunte en qué estoy pensando.
Trabajo y es un reflejo. Pensar en vos es un deporte. Un hobby.
Llego a casa y la beso a ella, pero en verdad pienso en vos. 
Enciendo la tele: tsunami, estamos a las puertas de un desastre nuclear, una vedette se peleó con la princesa de Holanda, cada vez hay más certezas sobre los riesgos de inyectarse aceite de aviones en los cachetes del culo. Atención, travestis del Bajo Flores.
Parezco muy preocupado. Pero sólo estoy pensando en vos.
Ella me mira, está pensando en mí, mientras yo sigo pensando en vos -para no variar. 
Si me afeito, pienso en vos.
Si te gustaré así. 
Me baño antes de ir a la cama. 
Imagino cómo sería bañarme con vos. 
Salgo hirviente de la ducha hirviente.
Tengo sexo por instinto. A todo esto, pienso en vos.
Me hago el dormido. Me da más tiempo para pensarte.
Ella no hace preguntas. Sólo pide que la abrace. Accedo.
Cierra los ojos. Yo los abro. Rezo.
Pienso en Dios.-
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viernes, 18 de marzo de 2011

hablemosló

...¿Estás enamorada de otro? Al fin me animé a preguntarte, más como afirmando que estás enamorada de otro, pero con la duda firme que abre juego a una defensa justa y que todos debemos tener, porque yo entiendo que durante los últimos meses no estuve del todo atento, no estuve del todo, no estuve, no, pero no por eso vamos a estropear esto que nos unía, no porque vayas a traer a otro tipo a mi cama, quiero decir, sí se arruinaría si lo trajeras, si me lo dijeras, confesaras, confesá, hija de puta, me estás cagando, o lo que es peor, estás enamorada de otro tipo, y ahora no me digas que si lo pregunto es porque seguro soy yo el que consiguió alguna otra mujer, o más de una, vamos, poneme una ficha, ¿sólo una? ya ni en mí confiás, ni en mi fama de goleador retirado, como si yo no te hubiera conquistado, decíme cómo te conquistó este tipo, el nuevo, el que no soy yo, porque tenés a otro, hablemosló, dale, hablemosló que estas cosas hay que discutirlas, para eso está la pareja, parejo estaríamos si tuvieras vos también un amante, saldríamos de a cuatro, o de a cinco en el hipotético caso de que yo tuviera dos, y a mí no me cambies de tema, decíme si salís con otro, si conociste a un hombre mejor que yo, ¡menos mal que me animé a contarte! Estoy enamorado de otra...-
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lunes, 14 de marzo de 2011

Ave María

Atropellé al perro. Sentí sus vísceras perderse en la parrilla del auto, la abolladura enorme ante un impacto a 120 kilómetros por hora, un golpe seco que paseó a la bestia ya muerta durante un tramo de la ruta y arrastró carne y piedras del camino de ripio a oscuras. Tragué su aullido de muerte. Me sentí gritar por dentro en ese quejido instintivo, de piedad estúpida que sólo tienen los animales. Si estacioné sobre la banquina y bajé del Renault 12, fue de borracho nomás. Y al verlo todavía mover la cabecita, no pude más que vomitarle encima, patear el camino para tapar de tierra esos ojos abiertos, la lengua caída y salida de la boca, todo abierto, desparramado, apagado y en silencio. Me puse de rodillas. Recé un Ave María y logré sentirme un tanto mejor. Limpiarme de alcohólica culpa. Fue suficiente para ver la luz aunque tarde para correr: otro auto ya estaba encima mío.-
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viernes, 11 de marzo de 2011

estafado

Jamás me había preocupado por el estado del techo. Me refiero a que el cielo raso de un departamento dos ambientes a estrenar -con dependencia de servicio, balcón luminoso, living grande: toda esa descripción inmobiliaria que me llevó a pagar un alquiler- en un cuarto piso, no es más que eso: un techo blanco en donde una que otra luz sirve para iluminar, que sino, de noche te la das contra cuanta sillita o mesa o gato ande por el suelo. Entonces era un techo como cualquiera, y por ser como cualquiera, era un techo en el que nunca me había fijado, hasta que me fijé y vi que ya no estaba. Tal vez fue una casualidad, eso de que justo te fijás y el techo ya no está. El tema es que no había techo. Se había volado (¿Se puede volar así un techo?). Desde mi cuarto piso ya no estaba ese techo de un blanco absurdo. Los pisos de arriba -seis, que hacían un total de 10 pisos- tampoco estaban, por lo cual me sentí un poco estafado, porque en ningún momento me avisaron que el techo podría llegar a irse. Reconozco que no soy de leer con gran detenimiento los contratos de locación -me aburren-, pero el techo, sacarle el techo a un inquilino, me parece como demasiado. No es que entraste en casa, dijiste uy, me olvidé mi afeitadora, te la saco. Se llevaron -¿se llevaron?- el techo. Y ahora, si llueve, minga. ¿Quién me repone lo que se moja? Es cierto que de noche la vista al cielo es impactante. Pero no justifica el frío que voy a pasar en invierno. De todas formas, no es por eso que vengo a hablarle, señor administrador. Más grave me resulta haberme percatado de que a esta altura, tampoco logro entender a dónde se fue mi piso.-
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miércoles, 9 de marzo de 2011

heladera

Cucarachas desbordan por un dolor visceral, salen de los zócalos y de entre las costuras del colchón, son vomitadas por las canillas del baño y se pegan a los vidrios de las ventanas, rondan los envases vacíos de shampoo, hacen turismo por los cepillos abandonados de dientes abandonados. Despiertan una a una las cucarachas que dormían en las cacerolas, le avisan a sus compañeras de la heladera que acabó la tregua, y que la revolución cucarachil es inminente tras el golpe de estado de mi concubina, que sin avisar, sin dar explicaciones y con su indiferencia insecticida, escapó casi en silencio. Quedan las preguntas que sólo se hacen los abandonados, los perdedores, los estúpidos. Y quedan cucarachas, que son millones, un batallón de cucarachas para solventar los excesos del régimen de terror que se viene. Vi venir a las cucarachas, hace un tiempo, y no quise darme cuenta de lo que se aproximaba. Comencé por reconocerlas entre tu pelo, se abrían paso en ese rubio platinado que es lo más brillante que pudo haber salido de tu cabeza. Allí las conocí, a modo de premonición, con sus ojos de cucarachas furiosas, esos ojos que se repetían en tus ojos sinceros, leves, dos ojos del marrón exacto de las cucarachas más resentidas. Por las noches oía el rumor de las cucarachas, pero jamás pude saber qué decían. Ahora el mensaje parece muy claro. Cucarachas por todos lados y ese llamado fumigante que preferí no atender mientras dormías conmigo.-
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viernes, 4 de marzo de 2011

berretines

Llamé porque me pintó el afecto talibán y corté al escucharte porque soy muy cagón. Lo hice con una excusa entre manos -tampoco vamos a andar con berretines entre nosotros-: en caso de que preguntaras a qué se debe el llamado -seguro ibas a consultarlo, con el tonito del ¿a qué se debe tu llamado? que esconde la sincera intención de preguntar ¿¡para qué carajo me llamás, loco!?- hubiera dicho que fue una confusión, que tengo una amiga que se llama igual que vos, que quise marcar su número, que me confundí. No me hubieses creído, está clarísimo, pero aún así, con mi mentira convincente, tendrías dudas de qué fue lo que me pasó para ceder frente al impulso de oír tu voz confundida, a medio tramo entre la sobriedad y la nebulosa del Fernet. Siempre te expliqué que el Fernet es una bebida masculina. Aún así, cada viernes a la noche te bajabas una botella, y una vez escabiada, imitabas el acento cordobés, bailabas cuarteto -decir que bailabas es un tanto generoso-, tropezabas con la mesa ratona y rompías copas y ceniceros y despertabas a los vecinos y terminábamos siempre en la terraza, en ese exclusivo rincón luminoso, el único segmento en que los techos más altos pueden vernos, porque siempre te gustó el affair voyeur. Ahora mismo esas piernas tambalean en el living equivocado, y yo que acá estalla un incendio y no recuerdo el número para llamar a los bomberos.-
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miércoles, 2 de marzo de 2011

cocktail

Le gustó sentirse observado: en lugar de incomodarse -como hubiera hecho en otra circunstancia-, prefirió tomarlo como un halago silencioso. Los casi ciento cincuenta invitados -entre los que se encontraban la reina de España y la condesa de Saint-Cirq-Lapopie, una jovencita de buena familia a la que había intentado seducir en más de una oportunidad- estaban de gala, y para no ser menos, él controlaba que su moño estuviera en perfecta simetría con el cuello de la almidonada camisa blanca. El saco -de seda y hecho a medida por uno de los sastres más exclusivos de París- lo hacía sentirse importante entre toda esa gente importantísima: señores con habanos, las mujeres de los señores con habanos y los hijos de esas mismas parejas, parte de la goteante aristocracia sobreviviente, puñado de adolescentes que iban al baño para fumar marihuana lejos de la mirada de los mayores. Todos y cada uno de ellos, se detenían para observarlo y dedicarle una sonrisa que él entendió como un gesto de aprobación en los hombres y de histeriqueo en las mujeres. Ante la simpática reverencia, prefirió ser discreto e indiferente, continuar con el acting de su indecisión frente a la mesa de canapés y el estudio milimetrado de las burbujas que rompían contra la superficie de su copa de champagne. Fue una pena que al terminar el cocktail, ya sobre el cierre de la noche, se diera cuenta que había olvidado ponerse los pantalones.-
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