miércoles, 31 de julio de 2013

menguante

Vendrán los hermanos pidiendo certezas: van a encontrarme trazando líneas negras sobre una cartulina blanca e incertidumbre. Me verán de espaldas, sentado frente a mi escritorio de estilo, el pelo revuelto y la expresión inmóvil. Los ojos hundidos en mi seguridad, ojeras crueles, recogidas las mangas de mi camisa, los zapatos aún anudados y brillosos, bastará con que digan mi nombre una sola vez para que yo los reciba y se pongan en fila contra la ventana por la que entra el sol a cualquier hora del día. Fingiré desinterés por sus preocupaciones. Los atenderé concentrado en cualquier otro asunto menor. Hermanos míos, que se convocaron para pedir explicaciones, para que yo detalle lo que quiso la naturaleza caprichosa y me miran con sus caras primaveras, con su tristeza menguante y la expresión derrotada: yo no tengo mucho que decir. Sé que siempre aseguré que siempre tendría algo para decir, pero no voy a mentirles (esta vez). Estoy aquí, en el espacio que debo ocupar, donde ustedes me quisieron. Es el rincón que yo elegí para sufrir esta herida silenciosa. Pero no tengo revelaciones. Sonrío con los dientes apretados. Los abrazo sin llorar. Hermanos míos, lo bueno es que nos tenemos entre nosotros. Extenderé las manos para soportar la caída de la estructura. Lo haré callado, de traje y solo, que yo también tengo mis cábalas para sentir el pánico.-
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imagen extraída de aquí.-

martes, 16 de julio de 2013

intergalácticos

-Papá, ¿qué es el arrepentimiento?
Podrían preguntar sobre la procreación humana, demandar computadoras supersónicas y PlayStations conectadas a satélites intergalácticos. Podrían también exigir explicaciones convincentes acerca de la desigualdad social, la violencia y los asesinos seriales en el mundo. Pero no. Antes que nada, los hijos que aún no tengo van a ser crueles, porque ser cruel es divertido e instintivo y porque la miseria es lo primero que se hereda. No sabré qué decir cuando me pidan definiciones sobre el arrepentimiento. De nada van a servir los títulos universitarios obtenidos, las constancias de asistencia a conferencias aburridísimas en el Noroeste del conocimiento sexual o los consejos que incluso me dio mi propio padre sin siquiera imaginar que algún día, dentro de largos años, vendría a tomarme examen un escuadrón de criaturas que aún se golpean la cabeza con las puntas de la mesa del comedor. Hijos míos: según la Real Academia Española, el arrepentimiento es el "pesar de haber hecho algo", y ellos no entenderán nada, mirarán con cara de qué padre choto que tenemos, no sabrán aún lo que es un padre choto en serio pero van a adivinar que están frente a uno de pura cepa, un padre genuinamente choto, falto de ideas, carente de gracia y sentido y coraje y respuestas para hijos curiosos. Al ver al fin esas caritas derrotadas, voy a sonreír con honda satisfacción: cualquier fracaso silencioso será mejor que definirles tu nombre.-
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miércoles, 10 de julio de 2013

Saavedra

Muñeca kirchnerista, que desplegaste sobre mi cuerpo desnudo todo el fulgor nacional y popular de nuestras intimidades confundidas, que te acercaste siempre con dudas hasta entregarte al ronquido viril y bestial de quien suscribe, te burlaste de mis descuentos en albergues transitorios y me ensuciaste la camisa obrera con tus esmaltes de caza nocturna. No supe reaccionar ante tu peso pluma y el encanto militante que esgrimiste en las discretas parrillitas de la Saavedra más romántica: hice lo que pude -no habrá sido todo lo que esperabas- pero siempre fui honesto. Vos no podés decir que tuviste coraje y eso es algo que vas a reprocharte en algún momento. Muñeca kirchnerista, que te preparás para la revolución cultural alimentándote de la más nociva comida chatarra, me hiciste aumentar de peso a tasas chinas y conducir kilómetros y kilómetros hacia tus caprichos más sofisticados. Te quise con afecto cipayo y lealtad eterna. No me duele tanto que te haya ganado este pánico infantil: me hirió de muerte nuestro condicional simple trunco, el hecho de que me invitaras a un paso de comedia que nunca tuvo sentido.-
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lunes, 8 de julio de 2013

Praia

Enredado en un ovillo de lana violeta, sentado en el piso del baño de huéspedes -la espalda contra el radiador hirviente, ojos vedados por la conjuntivitis de la nostalgia, los pies descalzos y confundidos de frío- miro en Facebook las fotos que subiste este último verano en Praia do Rosa. A todas les doy Me gusta; el sistema no hace preguntas. Llevabas puesta una malla turquesa y por las noches, un inexorable mulato anexado a tu cadera. Siempre uno distinto: celebro la amistad entre los pueblos pero no veo por qué vos hayas tenido que ser el anzuelo diplomático para mejorar las relaciones internacionales. En enero aún recordabas mi número de teléfono. Incluso llegaste a traerme un joystick de PlayStation que compraste en la Triple Frontera y que jamás pudimos hacer funcionar. No me molestó tu souvenir inservible porque siempre supiste sonreír de esa forma estúpida que me impedía hacerte ningún reproche. Al margen, tenías razón con lo de la losa radiante: nunca debí haber elegido un departamento antiguo y hostil. Me lo merezco por prescindir de una vida con amenities, pero al menos en Crónica TV están dando ese programa de muertes trágicas de los famosos y aún puedo mover los dedos de las manos. En alguna alacena dejaste una lata de atún. Lástima que no coma pescado. Esta noche tal vez duerma con las ventanas cerradas y todas las hornallas de la cocina encendidas.-
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imagen extraída de aquí.-