miércoles, 19 de septiembre de 2012

miércoles, 27 de junio de 2012

guacha


Pusieron rejas en la heladería de mi barrio: es cierto entonces que el mundo se ha vuelto un lugar más violento. Los pibes del paco ya no respetan ni las esquinas en donde mis amigos y yo caíamos con nuestras bicicletas para intercambiar figuritas y molestar a las compañeras de colegio. Alguna que otra vez habremos usufructuado el baño del lugar para masturbarnos o escribir nuestros nombres detrás de las puertas. Ahora no hay ni mingitorios: solo queda una desprolija coreografía de presos detrás de un largo mostrador, son un equipo de mimos vestidos de blanco y que con sus frías sonrisas de mampostería entregan cucuruchos bañados en el pánico que tienen a que un falso cliente saque un fierro y arranque a los tiros luego de exigir la magra recaudación del día.

En invierno, en la esquina de Fray Cayetano y Avellaneda -árida geografía de la Flores más guacha-, ya casi no hay gente decidida en invertir en un helado que bien puede ser la excusa perfecta para más tarde, ocupar una de las habitaciones de los tantos albergues transitorios de segunda y tercera línea que le dan color al barrio donde me crié. Flores tiene eso: telos con códigos -abiertos todos los días del año y siempre al servicio de la trampa oportuna- y una heladería con rejas y empleados que te atienden con un chaleco antibalas debajo del delantal del que comienzan a despegarse las letras que arman la frase emblema de la heladería: "bienvenidos, acá servimos felicidad".-

lunes, 4 de junio de 2012

pionono

En base al texto, el joven y talentoso Hey Jude ilustró esta entrada, que gracias a él, cobra un sentido muy especial. Otra vez, gracias. No dejen de entrar en su sitio.-
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Ella se acuesta a dormir desnuda. Qué se yo: en el lejano Villa del Parque parece haber un microclima que le permite irse a la cama sin ropa y no sentir que el invierno -atrevido él- le gana los pies. Ni medias de lana, ni musculosa para recitales comprada en la calle Avellaneda ni culote adolescente que no se atreve a tirar por nostalgia: desnuda, a lo guapo, desafiante, irreverente con el frío violento. A lo sumo un poco de crema en las piernas, pero no mucho más. Es una oda a la vieja escuela del pernocte, reivindica la labor nocturna de la forma más honesta posible, despojada de todo nylon, algodón y poliester furtivo. Ella se acuesta envuelta en un pilón de frazadas: es un pionono angelical, perfumado de Victoria's Secret y el incienso que prendió en el living. El sonido del lavarropas encendido monta desde el patio una comparsa desprolija, pero ella no lo nota porque ronca y me atrevería a decir que siempre babea la almohada. Egoísta, monopoliza el juego de cama desde el centro del colchón king size, cosa que no me hace ningún problema porque tengo sabido que cuando ella se va a dormir desnuda implica que de ninguna manera nos vamos a dejar dormir.-

jueves, 3 de mayo de 2012

jogging

Mi problema no es con ella sino con Brigitte Bardot, que es también ella cuando sale a la calle disfrazada de celebrity, de superestrella-encantadora-sexy-brutal para su público mediopelo que nunca la tendrá en la intimidad como sí la tengo yo. Al momento en que llega a casa y la veo lavar los platos y ponerse ese jogging que la vuelve un tanto más mortal, es allí cuando la encuentro como quiero. El resto es una mueca que ella disfruta y yo resisto: las sonrisas cómplices para los onanistas de treinta y pico, la pose ganadora y el discurso prolijo y sensual. Pero conmigo no es así. No en lo cotidiano y nuestro. Mis amigos creen que miento. Me lava los calzoncillos, explico en el bar. Se ríe, la gente: un poco de mí, otro tanto de mi performance -porque ella, Brigitte, el personaje, también creó un personaje para mí; yo mismo soy un personaje ridículo y social-. Yo sé cómo se peina frente al espejo. La he visto llorar contra una camisa que quemó al planchar. Yo soy el que contiene su ira cuando demora el delivery, el que carga los libros que más tarde firmará para sus fans. Es compleja esta vida de lazarillo emocional, pero así como pocos entenderán que es incómodo sacar a pasear a una femme fatale, doy fe de que despojada de su esencia siempre arrolladora es la única mujer que me hace sentir James Dean.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 30 de abril de 2012

criptozoología

No conozco Neuquén, no me interesa la nieve, me incomoda el frío, no tengo campera de abrigo como para visitar el sur, me hincha las pelotas andar en carpa, no me gustan los lagos, desprecio la belleza natural de las montañas, no creo en las tradiciones mapuches, no respeto los mitos ancestrales sin posibilidad de comprobación científica, dudo sobre la existencia de seres interplanetarios, de criaturas sobrenaturales, del producto de la actividad nuclear en los fondos oceánicos, de los fondos oceánicos, de las buenas intenciones de la gente de pueblo, y para colmo me perturban los viajes en avión, llegar o bajar o subir o señar o ubicar hospedaje o restaurant o lugar para hacer pis, y aún así, tampoco respeto la criptozoología y a la gente que necesita creer en animales mágicos para nutrir su vida -vidita- monótona, sus expediciones turísticas con fines siempre didácticos y nunca sexuales, lejos de las drogas y los excesos, y no creo incurrir ni en un exceso ni desatino ni exageración si digo que jamás vi al monstruo Nahuelito pero dada una comparación al azar, si tu ego fuese el Nahuelito, no sé qué comerías pero esta pareja que conformamos sería una muy apetecible foca herida y en la antesala de tus fauces violentas, despiadadas y sin gollete.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 23 de abril de 2012

creatina

Vemos a los nenes bien
con sus sonrisitas de emoción lustrada,
sus camisas al cuerpo, el pelo revuelto
y las chicas de hockey que se les parecen.
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Bailan con éxtasis recoleto:
encienden sus ojos verdes y azules
al mirar a sus compañeras
de facultad bilingüe y fiesta de Fraternidad.
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Ostentan perfumes adolescentes
y movimientos de gimnasio y creatina.
Los rugbiers borrachos del hoy
son los community manager del mañana.
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Con apellidos patricios
coronan la noche en barras selectas.
Comparten tragos secretos,
charlan desde el sótano de la vida.
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Los pibes de a pie
los miramos con los labios apretados.
Solo nos consuela el fernet con cola
y la certeza de que dormimos con sus hermanas.-
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(imagen de Helmut Newton, extraída de aquí)

lunes, 16 de abril de 2012

horcajadas

Subieron hasta el décimo piso, abrió la puerta del departamento y le pidió que dejara los zapatos en la entrada. Todo era blanco perfecto, con unas cuantas fotografías alineadas en las paredes con iluminación: a cada portaretrato le correspondía una lámpara dicroica. Le indicó en qué silla debía sentarse, justo frente a ella. Preguntó qué tenía ganas de tomar. Dijo que cualquier cosa estaría bien. Cualquier cosa resultó ser un whisky muy lejos de ser cualquiera, y que llenó en dos copas petisas y con cinco hielos igual de cuadrados. Llevó un individual que ubicó en perfecta simetría sobre la mesa. Puso música: un disco de bossa. Mantuvo las piernas cruzadas durante toda la charla. Vació el cenicero cada vez que terminaba un cigarrillo, aprovechaba para reforzar su maquillaje y mirarse el pelo en un espejo que tenía en la cocina. La vajilla estaba lavada, el teléfono inalámbrico en su base, las llaves en el gancho de la entrada, los abrigos en un perchero. Cada media hora, un dispenser escupía la fragancia que sin ser invasiva, llenaba de vainilla los ambientes del departamento. Ella lo miraba a él con seguridad, directo a los ojos. Hablaba bajo, reía lo necesario como para que él se sintiera cómodo, confiado de besarla en el momento en que ella volvió a llenar las copas de whisky. Luego se sentó sobre él, a horcajadas. Fue diplomática hasta para dejar caer su vestido negro y descubrir entonces dos pechos armónicos, redondísimos, de enciclopedia. Se dejó tocar con genuina delicadeza, fue sobria para gemir y se ató a ortodoxo protocolo hasta que le dijo -bien claro y con la boca pegada a su oído-:
-cojeme, hijo de puta.-
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(foto de Yulia Gorodinski extraída de aquí)

miércoles, 28 de marzo de 2012

glacial

Tengo miedo de los conejos amarillos, y vos que en el mientras tanto, te demorás porque andás de brutal estampida y yiro noctámbulo con cualquier Che Guevara de cebita. Aclaremos que no tengo nada personal contra los conejos amarillos, pero son demasiado amarillos y no combinan con los muebles: arruinan la imagen de solemnidad que quiero tener cuando te grite que sos una mala persona, una abandonadora de hogares y conejos amarillos, una hija de puta sin respeto ni coraje para volver a casa y explicar lo que no hace falta que expliques porque si no volviste a dormir en los últimos cuatro días, y ni te dignaste a mandarme un mensaje de texto para mi cumpleaños, ni comprarme aunque más no sea un libro de los pelotudos de tus compañeros de Letras, no hace falta darse cuenta que ni sintonía fina tenés para enunciar que ya no querés nada. Mala persona, así quiero gritarte para luego revolear conejos amarillos y romper uno a uno los ventanales que dan al patio. Que los vecinos se enteren que dormimos durante todo este tiempo con un escuadrón de conejos con peste, que violamos las leyes del consorcio al entrar con animales salvajes y enfermos, que tuvimos relaciones contra las paredes del zaguán y que robamos las flores de Doña Eleonora para darle de comer a estos millones de conejitos amarillos, tan tiernos ellos, tan simpáticos y sonrientes y roedores de mi propio cuerpo desplomado en tu lado glacial de la cama.-
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(imagen extraída de aquí) 

lunes, 12 de marzo de 2012

Amoxidal

El perfume de la orina al tomar Amoxidal,
La gente bajo techo cuando llega el temporal,
Los culos aceitados en las noches de carnaval:
Con esa intriga enferma, te espero.
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Con cariño barrilete y visceral,
mientras miro los aviones y el despegue sideral
comienza esa caída hacia un cambio radical
porque -ya lo ves, lo dije- te espero.
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Será difícil abrazarte y saber que no estás igual.
Que tu viaje y el silencio nos arrebató el plural;
que fuiste reina del puticlub hipster magistral
a mis espaldas, y que aún así, te espero.
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Pasaron varias horas -nunca fuiste muy puntual-,
cuando llegues hablame del otro, de su pose cultural
de cómo cogían en Francia, de su sexo musical
porque necesito razones ciertas: con un arma te espero.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 8 de marzo de 2012

inglés

Te miro a los ojos, o a lo que creo que son tus ojos, porque en esta sala 3 -butacas 15 y 16, fila J- está muy oscuro y es coherente ya que esa es la lógica del cine: todo apagado, un proyector en lo alto, una pantalla y una mujer hermosa que se ríe de cualquier pelotudez que le pongan enfrente. Y en eso estamos, te reís de algo que no es gracioso -jamás me dio risa ni las morisquetas de los nenes ni el humor inglés con sus exabruptos burgueses y globalizados-, y yo te miro medio como queriendo adivinar dónde están tus ojos si es que siguen en el mismo lugar, si es que todavía son dos, atentos a esta película que es una garcha pero a la que le sonrío porque vos la elegiste, y entonces pongo buena cara, coherente con la imagen de buen pibe que acompaña a una buena piba al cine, que compra y come pochoclo -que siempre es dulce, no lo sometamos a debate-, toma la gaseosa que prefiera la invitada y hasta tendrá la deferencia de elogiar con euforia este bodrio si es que ella se pone de pie para aplaudirle a la interminable lista de créditos. Pero todavía reís, señal de que la película sigue. Extiendo la mano para tocarte la cara y te meto un dedo en el ojo. Gitás ¡ay, pelotudo! Ya no reís, pero al menos sé que tus ojos siguen en el mismo lugar y que mi asiento es cómodo, de felpa, con apoya vasos y el indicado.-
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(imagen extraída de aquí)

martes, 6 de marzo de 2012

vinchuca

En mi ausencia vas a tirotear a cuanta pantomima de intelectual en ojotas se cruce por tu vereda, y no dudo que serán unos cuantos los salames que se atreverán a piropearte con lo más bajo de sus argumentos literarios y despreciadas reseñas académicas. Tranquila: tendré la delicadeza de hacerme el pelotudo cuando me hables, sonreír con esa cara que pongo cuando recibo un regalo espeluznante, una vinchuca en la ensalada de palmitos, la bendición de un perro nuevo al que le faltan las piernas traseras. Soy bastante talentoso para agradecer tus anchos falsos, aunque también me desquito a largo plazo. Igual, dejá que lleguen las pestilentes hordas de hombres con el celo rabioso. Intentá entonces ubicar sus encantos adolescentes en mis placares a los que siempre vas a llegar con ayuda de un banquito. A cambio, permitiré que te dejes seducir para que al fin creas que alguna vez asumiste el control de algo, que fui una pieza más en la maquinaria de tu ocio pornográfico, otro servidor de meriendas en bares con entrepiso a oscuras. Vos seguí tirando caños y rabonas para la tribuna; yo soy de los que te cantan calentitos los panchos, pero recién una vez que se terminó el partido.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 1 de marzo de 2012

volátil

Murciélagos en el baño de casa:
podrían haber entrado tábanos, sirenas
(con lo que llovió anoche, no sería muy extraño)
o incluso los pibes chorros de la casa de al lado,
pero quiso la soledad de los animales nocturnos
o la atrevida naturaleza de la fauna urbana y volátil
que quien se deslizara por el pulmón de manzana
fuera un enjambre de murciélagos enormes.
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A oscuras y aún dormido
intenté buscar un toallón para ir a bañarme.
A mis espaldas sentí el aleteo,
el aliento de los monstruos negros,
esos chillidos que dan para ubicarse.
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Ni miraron mientras me duchaba:
me gustan las criaturas horribles pero con modales.
Pregunto entonces si fueron tan amables
los animales que habrán usurpado tu casa
mientras yo estaba solo en mi baño,
casi de amigo con los sucios murciélagos
que no serán como vos ni se quejarán tanto
pero son otra bestia que muerde y se queda.-
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(imagen extraída de aquí)

martes, 28 de febrero de 2012

atarse

Tus primitos nos vieron hacer el sexo: descubrí los ojos de Benjamín justo detrás de la medianera, su pelo rubio y revuelto, los ojos inquietos de incoherente excitación, lleno de pánico y nervios pero sin asumir qué carajo hacer, qué decirle a Maurito, que también nos vio y supo esconderse mejor. 
Te dije que alguien nos miraba y la idea te divertía. Cada vez que intentaba correrte más allá de la ventana -para tener, digamos, intimidad propiamente dicha-, eras vos la que pedías que lo hiciéramos en el patio, casi como si necesitaras compartir con cualquier vecino la cruda postal de tus pechos desnudos contra la pared de ladrillos en el patio. Y abrías el toldo. Facilitabas la tarea de los mirones. Te reías drogada, con los ojos cerrados, te ponías gritona para quien quisiera conocer lo mejor de vos. 
Siempre desconfié de esa medianera: demasiado baja para ser útil, demasiado cerca de los aguantaderos tumba como para inspirarme seguridad. Me daba la idea de que podían llegar a espiarnos los pibes de la obra en construcción. Y al final, eran tus primos: dos borregos que aún no saben atarse bien los cordones, que juegan con autitos y fastidian el sueño de los mayores. Solo espero que hayan aprendido algo: odiaría no haber sido didáctico en plena etapa del crecimiento.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 23 de febrero de 2012

algoritmos

La promiscuidad es una empresa floja de papeles, pálida en decoros y libre de sanciones. Aparte, ocupa mucho espacio, múltiples sectores de la nariz y reglas memotécnicas para ligar sabores de helados frutales con nombres de mujeres, y de esta forma, mantener algún tipo de coherencia emocional, por más que los nombrecitos de las chicas queden reducidos a apodos triviales para alivianar la sobrecarga mental. Implica también una cuidadosa rutina a base de originales nuevas técnicas tácticas táctiles para no caer en típicos trípticos tóxicos o en tétricas tríadas tridimensionales, secuelas del delirium tremens de la gente sola que se barniza de sustancias para no ser menos en la trasnoche del trópico de la belleza tramontina femenina. Todo esto -claro- sucede en el caos de la vida cotidiana, entre los algoritmos de las estudiantes de ingeniería, las galletas que de a ratos hornean las atrevidas que invitan a cenar, los tacos altos de las damas chatas. Mientras, el corso sigue. La gente aún se cae de los edificios, las multinacionales mejoran las telecomunicaciones, Levi's fabrica cierres con mayor agarre, los rellenos sanitarios prometen estabilidad a la higiene mundial, y otra mujer se desploma en la misma cama de siempre. Vas a pedirme que te mire, que te explique por qué no lo hago. Vas a exigir un poquito de atención -te pido que por un segundo me prestes atención, así dirás, quizá con algún tipo de extorsión sexual a modo de anzuelo-, y yo, sumiso por cobarde, seguro aceptaré. De puro cagón también voy a mantenerme alerta frente a tus ojos inquisidores, pero cuidado, no te confíes: lo habré dicho todo para cuando me veas dormido sin el respira mejor.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 16 de febrero de 2012

serpiente

En los tres primeros minutos a oscuras -que coinciden con los tres mil primeros intentos fallidos por encender algún velador de la habitación-, sentí el pánico en los ojos, el negro absoluto y profundísimo. Debí mantenerme tranquilo para no gritar: improvisar un paseo turístico al ras de las paredes de mi propia casa a la que jamás había visitado tan quieta. Tropecé con una silla y una remera: estaba cerca del baño. En algún lugar de la cocina, el perro respiraba. O podría haber sido alguien más, que aprovechó el corte de luz para meterse en casa y robar lo poco que tengo: libros, algo de dinero, el televisor que todavía no termino de pagar. Era obvio que nadie había entrado en casa. Mejor sentirlo así, convencerse. Me arrastré hasta la cocina y choqué con la heladera para sacar la botella de agua -siempre está en el mismo rincón, fue fácil dar con ella. Entonces comencé a ver. Ver, divisar los objetos, situarlos en donde permanecían desde hacía meses. Una vez que el ojo se acostumbra al negro permanente, las cosas toman su forma natural. Ahí están los vasos que lavé después de la cena, el tacho de basura y las guías telefónicas sobre la mesa ratona. Volví a la cama sin tener que adivinar el camino. Desde la puerta del cuarto, sin mirarte ni recordar los lunares de tu cara, supe que te movías: serpiente rubia que se estremece entre la ropa de cama. Me deslicé hasta el suelo y con la cabeza sobre el marco de la puerta, apreté los ojos. La luz no volvería hasta dentro de unos años.-
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(imagen de NNN.-)

lunes, 6 de febrero de 2012

Momposina

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La sombra negra by Toto La Momposina on Grooveshark
Hay que hacer algo con esa mancha de humedad, digo con interés de arquitecto frustrado y doy un largo sorbo al mate que recién dejaste hirviente y al filo del lavarropas abierto. Cuando digo que hay que hacer algo con esa mancha de humedad, en verdad no digo mucho porque no sé muy bien qué es lo que hay que hacer en estos casos, y tampoco tengo la inmediata necesidad de ponerme a pensar en lo conveniente de reparar un gigantesco manchón de agua -África en la pared de tu patio-. Voy a traer pintura de casa, explico, en lo que es más una expresión de deseos que una promesa, un planteo para sentirme útil y mandarle un revoque al espíritu intimista del macho multifunción. Desde el sofá, levantás los ojos más allá de tu libro y adivino que sonreís porque sabés que jamás supe cómo arreglar una pared, o porque me descubrís de pie y semidesnudo en el centro del patio -peón desnortado en el tablero de ajedrez que sería tu piso marmolado-, con mis holgados calzoncillos de mantel naranja y el pelo revuelto, el mate en la mano derecha y la izquierda en la cintura. Seguro se rompió un caño interno, ¿vos sabés por dónde pasan los caños de tu casa? el sol molesta en mis ojos, de fondo suena Toto la Momposina, acompaña el ritmo la sinfónica de tu ventilador de pie al mango, chilla la yerba reseca cuando doy un último sorbo al mate que planto al pie del lavarropas y que vos dejás caer cuando te dejás caer sobre mi espalda: la reina abdica en el tablero que es el patio y juntos hacemos la siesta mientras miramos desde el suelo la mancha de África que no nos preocupa.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 30 de enero de 2012

Rosario

En espejo con Orilla Sur.-
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 Un affaire con una rosarina: al menos para probar algo nuevo, como quien acepta un trago de vino en cartón de algún extraño que se conoce en el tren, para guardar una anécdota que durante años será caballito de batalla en conversaciones con amigos y amigos de amigos, ¿te contó este tipo la historia de la rosarina? y ahí uno haría su gracia memorable, repetida, ganadora, contar con el mayor de los lujos y la desfachatez el tiro de gracia de un porteñito que cada viernes se hacía hombre al subir a un Chevalier tramposo y de patente clandestina, con olor a sobaco de laburante raso y papeles amuchados en el plush del respaldo con agujeros de cigarrillo, allí sentado en una butaca elegida al azar y a medio destartalarse, las caras de todos los pendejos que zarpan de Retiro en bermudas y ojotas y con el verso ya hecho a los pibes de fútbol, enfilan para la puerta de los albergues transitorios en las inmediaciones del monumento a la bandera, en donde los esperan sus rosarinas perfectitas, todas similares entre ellas, historias de verano que se dilatan al asfalto de la vida real, se sostienen a fuerza de testosterona adolescente y pasajes comprados de apuro en una página de reventas por Internet; entonces, un Chevalier cargado con la mentira de un romance que no funciona, un puñado de romances sin romance con la rosarina que te da bola sólo cuando se alinean los planetas y las estrellas y las bolas de espejos en el único bar respetable que tiene la San Bernardo menos degradada, donde todavía no pegó la yunta más áspera y menos amistosa de la costa atlántica pulenta, y ambos, es decir vos y la rosarina, cayeron ahí de casualidad, convocados por vaya uno a saber qué carajo de fuerza misteriosa, sobrenatural y etílica, y bueno, ella te dio bola, pero aún así es la caprichosa-endiablada-traicionera santafesina que en junio aprovecha el break y te cambia por otro porteñito medio concheto y aventurero que seguro conoce en las vacaciones de invierno en Camboriú o Ibiza o donde a la rosarina se le antoje poner el ojo y poner el tiro y poner su refinadísimo gusto por la obviedad de un bonaerense en cautiverio.-

lunes, 23 de enero de 2012

liquidado

Soñé con vos mientras dormía la siesta.
Hablemos un poquito de tu romántica lucidez al despertarte.
Contame qué soñaste cuando soñaste conmigo. En la siesta.
Así que hay gente que todavía duerme la siesta. Un lujo.
Te tomaste la molestia de invocarme en la cama. Simpático.
Y quiso la elocuencia onírica que fuera en horas de la siesta.
Porque te explico: el sueño de la siesta no es para cualquiera.
Yo no sueño nunca en la siesta. ¡Yo ni siquiera tengo siestas!
Vos parece que tenés siesta y sueño y a mí en tu siesta. Loco.
Me tuviste en tu siesta. Y en la cama de tu casa. Y en verano.
Encendido el ventilador de pie, almohadas pegadas a la cara.
Toldo del patio abierto. Puerta sin llave, en el living un tango.
Las moscas que buscan tu nariz. Grito de un vecino deprimido.
Gol en algún rincón del PH. Golazo y mientras tanto, la siesta.
Soñaste conmigo en la siesta. Gol y te diría, partido liquidado.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 9 de enero de 2012

solcillonca

Fotografía de la gran Luján Agusti
El texto, publicado en complicidad con Orilla Sur
La soltería del tipo comienza en ese instante en que se detiene frente a la mercería y estudia la posibilidad de comprar no uno ni dos, sino cinco calzoncillos al por mayor en la calle Avellaneda. Esa imagen del hombre estático frente a la vidriera estática, devuelve una escena de violenta e incómoda soledad, que a su vez, tiene su contrapartida en una mujer soltera ya embarcada en la aventura de conseguir descuentos en Groupon para abaratar costos en ropa interior de encaje y cera depilatoria. Así, entre los carritos de la gente que compra para vestirse, el flamante soltero solo atina a ubicar un atuendo que lo deje menos en bolas que antes. Porque ese mismo tipo que saca cuentas para llegar a los cinco calzoncillos que cubren la compra al por mayor, lo que en verdad hace es buscar refugio en un boxer liso o a rayas, sentir la contención genital y emocional de una lonja de algodón elastizada. El calzoncillo viene a sostener la inseguridad de un hombre librado a la selva de las relaciones humanas: un hombre que debe (volver a) enfrentarse a la mirada uróloga del ajeno y al pudor de la vendedora de lencería con trompita y pelotudeces por el estilo, que de mala gana despliega la mercadería sobre el mostrador, y sin sacarse el pucho de la boca, explica que con esta tela no se hacen bolitas en el culo cada vez que los lavás, te dura para siempre, vas a quedar como un duque con las chicas. Y a todo esto, uno que no quiere ni quedar como un duque ni tener una chica ni el consejo sexual de una vieja menopáusica: uno sólo fue a comprar un calzoncillo porque algo se rompió, es cierto, y ese algo parece irreparable, pero también uno sabe que un calzoncillo viene a suplir la función de otro calzoncillo, porque así es la vida acá y en donde ni usan ropa interior.-

NNN.-, en La Hoja de Arena

La Hoja de Arena, revista digital mexicana, se interesó en algunos monólogos escritos aquí mismo hace tiempo, en NadieNuncaNada. Dejo entonces el link y no dejen de investigar la página que está muy buena  http://www.lahojadearena.com/2012/01/monologos/ .-
A su vez, todos los monólogos de NNN.- haciendo clic acá.-