domingo, 31 de octubre de 2010

Bancame

Bancame hoy, domingo 31 a las 21hs, que NadieNuncaNada estará en la AM 750 http://www.radioam750.com.ar
Serán 5 breves textos, leídos por quien les escribe. Gracias por agitar los trapos.-
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Ojos de Motorola W375 - Souvenir

Souvenir del día en que el censo fue una anécdota.-

sábado, 30 de octubre de 2010

NadieNuncaNada, en AM 750

Este domingo 31, a las 21hs, NadieNuncaNada estará en la AM 750 http://www.radioam750.com.ar
Favor de escuchar, aplaudir y difundir.
5 textos serán leídos por quien les escribe. Gracias por el autobombo.-
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Ojos de Motorola W375 - historia

La historia, escrita en la calle.-

miércoles, 27 de octubre de 2010

Creuza

Una mano que aprieta mi mano sobre la metálica reposera hecha cama; mis pies y tres botellas de cerveza vacías, hundidas en la arena de Buzios; unas cuantas palmeras que den sombra para la siesta; mi camisa hawaiana; un sombrero de paja que haga de telón absoluto entre mis ojos y el sol; y María Creuza, Vinicius de Moraes y Toquinho cantando A Felicidade, en vivo y sólo frente a nosotros: esa es una buena aproximación a la postal que desde hace un tiempo yo tenía calibrada para mi futuro cercano de alegre vida marital. En ese delirio premonitorio -en el que omití citar una más que abultada cuota de sexo salvaje- sólo había una mano que apretaba mi mano derecha, aferrada a la reposera. No eran dos. Pero no sé por qué, desde ayer que tu mano -la reconozco, distingo esos dedos blancos y finos, tan delicados todos ellos, las uñas pintadas de lila- la que se cuela en mis highlights monogámicos para estrechar la mano libre, la izquierda, y susurrarme al oído: tu camisa hawaiana es muy fea. Vendríamos a ser entonces una suerte de feliz pareja de a tres, un concubinato moderno, aventura grupal, generosa, de vacaciones o fantástica trampa. Ella, con su mano dormida sobre mi mano derecha; vos, de caricia y sugerencia sobre mi mano izquierda, y mirándome de reojo desde el fondo de tus Ray Ban risky con animal print.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 25 de octubre de 2010

anzuelos

Mirémoslo de otra forma: tal vez no te hayas hamacado lo suficiente y ahora busques conformarte con un poético y repentino ataque del más literario síndrome de Estocolmo, un quedado agradecimiento venenoso después de tantas veces en que abusé del recuerdo de una cena y un café por Recoleta. Fueron sólo dos encuentros: una merienda casi tímida y una cena en tu casa, en la que yo puse el vino y vos pusiste los peros, cosa de prometer una segunda vez que desde luego, jamás llegó. Y eso lo volvió intenso, místico, interesante, clandestino y perfecto. Te pido entonces respeto por la expectativa de nuestros hijos, navidades y semanas en el Caribe. Yo ya sé que para vos ahora todo es más fácil porque lo tenés a él. O él te tiene a vos. Pero no seas cobarde, no te burles de mí ni digas que sólo fuimos una buena dupla circunstancial. Y reconocé que hay algo que todavía nos convoca: sería bueno que lo admitieras, al menos para que no termines de convencerte de que aquí no ha pasado nada, mientras yo improviso anzuelos que me indiquen que aquí no ha pasado todo.-
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(foto de NNN.-)

miércoles, 20 de octubre de 2010

madrigueras

Otra vez me hiciste de comer esos ravioles horribles, unos ravioles de mierda pero de verdura o vaya uno a saber de qué carajo están rellenos porque ni vos lo sabés, es un mejunje de berenjenas al escabeche y rivotriles vencidos y ganas contenidas de sustituirme por otro tipo cualquiera. Estos ravioles del domingo en plena cena del miércoles, no son más que tu odio comprimido en densas dosis de pasta con tuco y crema, y yo que los miro sin lograr disimular la rabia que me dan, ellos me miran ahí, con sus ojitos hervidos, nadando en el bajo charco de salsa rosa desde mi plato playo -ni con un hondo te jugaste-, y yo que parto al medio los ravioles, después en cuatro y en octavos y en lo que dé, para luego pincharlos y verlos estallar en una sabia verde y triste, la sangre de los ravioles crepita entre el tenedor y este sentimiento de impotencia emocional-gastronómica, este ACV sentimental y crónico, y vos, desde la cabecera de la mesa esperás la fingida aprobación de un amante en pleno estado de descomposición, fuera de curso, cansado de ser conserva vieja, tu carita me mira en la otra punta de la mesa y hasta dentro del plato, tu carita es un juego de asesinados cuadraditos de masa y acelga dudosa, o espinaca, o verdura, o mescalina o salpicón de ave y con las ganas que tenemos de volar a otras madrigueras.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 18 de octubre de 2010

grandilocuentes

A T.P.
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Se me hace necesario volver al barro, al enchastre de los primeros días, la inundación que derivó en la desesperanza, la torpeza para quererte, los tropiezos que me inculcaron prudencia. Volver al barro para afilar las lanzas, perfilar el ojo, lamer la sangre reseca y no perder el rastro de la intención primera. Volver al barro es darse cuenta, y a esta altura, es inevitable. Me dejo caer en el barro para recuperar lo importante, sentir el hervor del compromiso social del violento oficio de escribir, hacerme cargo de la palabra, ser uno con la lírica fluida, edulcorar el ruido y pasar a un segundo plano, que en esto, es volverse una herramienta coherente y de servicio sin llegar a ser un siervo. Porque volver al barro implica almidonar un ego insaciable, meterlo en un corset, ajustar los hilos, peinar una bestia. Tengo fe en que volver al barro me hará un tanto más libre para no ser un tonto de libro, y para recorrer la génesis del cero absoluto. Volver al barro, querida, me torna mejor persona y me empuja a buscarte de la forma más sana, sin la agresividad de lo cotidiano, con las manos limpias y la boca cerrada, que para hablar y hacer grandilocuentes aportes, estará el resto de tus amantes: yo me conformo con dejarte un instante que tu sonrisa recuerde.-
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(Imagen de NNN.-)

sábado, 16 de octubre de 2010

disparos de lucidez: #66

Sé que el día en que te cases, voy a dejar de escribir.
Por eso, casate cuanto antes, que quiero descansar un poco.
El día que tengas hijos, te prometo que vuelvo.
Después vemos qué pasa cuando te separes.-

Ojos de Motorola W375 - Rich

Contradicciones hoteleras.-

jueves, 14 de octubre de 2010

prematuro

Si no sabés de qué escribir, escribí de mí, sugeriste, y acomodaste la frase con esa sonrisa que obliga a cualquiera a escribir de lo que le pidan. Pero no a mí. Yo no soy cualquiera. Y además, no puedo escribir de vos. Tengo la mano prohibida. No tengo por qué. Ni con qué. Para qué vamos a hablar de vos, propietaria de esas piernas que provocan el 90% de los accidentes en las vías públicas por donde circulás, sos el infarto prematuro, elogio de la soltería, la mejor canción de cumbia, sos el pesto de los días, el Fernet de los delincuentes, sos un buen principio y un abrupto final, euforia y esa mueca de ¿por qué no escribís de mi?
Porque no hace falta. Y no quiero. De vos no hay nada que decir.-
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(imagen extraída de aquí)

martes, 12 de octubre de 2010

tedio

Villa Natalicio arrastra una misteriosa contradicción: si bien la gente madura antes que la de la ciudad, allí se vive más despacio. Y no se interprete que todo sucede más lento ni que el tiempo pasa distinto: es pura culpa de la gente, que dilata los acontecimientos, posterga los finales de cada anécdota para tener algo que hacer dentro de un rato, para rellenar ese momento próximo que de otra forma, quedaría libre y abriría la puerta a la desesperación del campo infinito. Entonces las charlas cotidianas, triviales y estúpidas, pueden demorar horas. En otra manera, la tarde duraría sólo quince minutos. Y no es así. en Villa Natalicio, la tarde dura lo que dura una tarde, pero para eso, la gente debe acercarse, levantar la cabeza, acomodarse la boina, pedir una silla, aceptar la ronda de mate a la que es invitado, prolongar los silencios. Sorber de la bombilla. Mirar el pasto. Elogiar algún ternero. Hacer una epopeya de una escena cotidiana. Pero nadie cuestiona al otro. Conocen el código. Lo aceptan, se resignan al tedio de las conversaciones banales, lo entienden como necesario para conservar esa estratégica paz que los mantiene a salvo. Porque también saben que es ese engañarse, el dilatar las palabras y la vida, lo que los empuja a no enloquecer.-
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(Imagen de NNN.-)

viernes, 8 de octubre de 2010

Stanford

(Viene de ayer)
Un cañonazo a nuestras espaldas llenó el estudio de grabación con miles de papelitos metalizados que fueron alcanzados por las luces blancas que se prendían y apagaban y giraban en el piso y en los atriles. La tribuna coreó durante algunos segundos el nombre de Adalberto, que una vez de pie, levantó los brazos con alegría de cumpleaños. La melena llena de papelitos metalizados de la conductora rubioplatino y la mismísima conductora rubioplatino, besaron en la frente a un Adalberto transpirado, hermoso y triunfal. Adalberto se acercó para darme un abrazo -como si nos conociéramos, con improvisada confianza-, estuviste muy bien, dijo mientras la cámara cerraba un plano de nosotros dos: yo, quietísimo, labios apretados, y Adalberto que me felicitaba desde su boca perfecta, sus dientes todos alineados y ese perfume a fragancia de papá con Doctorado en Stanford. A mí nunca me gustó mucho sonreír. Aunque mamá lo niegue, de chico que tengo las paletas tiradas hacia adelante -creo que por chuparme el dedo gordo hasta la primaria-, y eso me inhibió desde siempre. Menos iba a mostrar los dientes ahí, en cámara, frente a toda la audiencia y a un lado de Adalberto, que ahora pedía un fuerte aplauso para mi rival, que de verdad, se lo merece.
La gente aplaudió más el gesto de Adalberto que a mí, que ahora era de a poco desplazado hacia el decorado por una promotora de un yogur para el tránsito lento, enfundada en un estrechísimo vestido rojo. Para el implacable vencedor, llegaba una flamante bicicleta amarilla con cambios: la misma que le pedí desde los 9 hasta los 23 años a Papá Noel. Ahora era de Adalberto; mi propio sueño era un caprichito del muy forro de Adalberto, que apenas llegaba a los 12 años y a los pedales. Antes de que yo saliera del plano, la cámara captó al ganador, que se escapó de entre los brazos de la rubioplatino para darme un último saludo y abrazo. Estuviste genial, tenés que leer un poco más y listo, simplificó en mi oído. Vos tenés cáncer, Adalberto, le contesté, mientras la promotora me tironeaba para despejar el cuadro y dejar solo a un Adalberto ya sin sonrisa, pero con una bici amarilla, nueva y con cambios.-
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(imagen extraída de aquí)

jueves, 7 de octubre de 2010

rubioplatino

Él acertó con su respuesta incluso antes de haber acertado: contestó con los ojos, con esa mueca de falsa humildad que denota un gesto tan soberbio, antes de asegurarle a la conductora rubioplatino que la capital de Jamaica es Kingston, él ya había levantado la frente, acomodado el micrófono, y fue entonces cuando me hundí en mi campera de jean y cerré los ojos con ganas de escapar. Mamá me había regalado esa campera horrible, gastada, y me insistió tanto para que me la pusiera que hasta la había mandado a la tintorería. Esa vuelta, antes de jugar al aire en el programa "El saber de nuestros niños", me obligó a que me dejara la remera adentro del pantalón y que no me quejara del cinturón negro, ese que le había pedido al vecino, Diego, un gordo de mierda que todos los años se llevaba Matemáticas a marzo. Ese cinturón ya no le entraba a Diego, por eso su mamá le dijo a mi mamá que me lo regalaba, aunque en algún momento quizá me lo volvía a pedir, si Diego adelgazaba, cosa que jamás sucedió.
Allí, agazapado en mi asiento, planché mi frente contra el escritorio, apreté los dientes y pedí el milagro de haber tenido un palpito incorrecto para que el gran hijo de puta de mi contrincante -Adalberto Ruiz Gorostiaga, peinado raya al medio con gomina, camisa blanca, saco de pana color azul marino y unos ojos celestes abominables detrás de las gafas más anchas que yo recuerde- se equivocara, dijera Roma, Berlín, Mendoza o Calamuchita. Pero dijo Kingston. El muy hijo de puta dijo Kingston y sin dudarlo.-
(Mañana, otra parte)
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(imagen extraída de aquí)

miércoles, 6 de octubre de 2010

AFJP

Cuando eras interesante dabas menos reflexiones profundas al estilo de Osho, menos principios moralistas -que más que principios, son finales trillados de publicidades de AFJP-, consejos de abuela en el inicio de la demencia senil más cruda y estruendosa, instrucciones de vida y prospectos de mágico shampoo anticaspa. Supiste ser una grata compañía, sin tanto lugar común ni protocolo para la tribuna, sin servilleta sobre la falda en los almuerzos del mediodía y sin falda ni servil yeta desde la noche y hasta el almuerzo. Vas a decir que otra vez, te digo lo mismo. Que para qué me quedo en tu casa, que todavía que te vivo los puchos te critico y bien que cedo cuando me besás la nuca. No arrimes las fichas del dominó a las del cuatro en línea, que para líneas tenemos bastante y para dura te tenemos a vos. Y bien dura que estás, si cuando querés sos terrible piedra, y cuando bajás, sos otra vez vos, desprejuiciada, sin estigmas, mentirosa, como si te olvidaras de tu nuevo estilo moralista: volvés a ser la misma inconsciente que ataba mis ilusiones rendidas de padre primerizo a las ajetreadísimas patas de tu cama maquillada para la ocasión.-
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(imagen extraída de aquí)

martes, 5 de octubre de 2010

lugarcito

(((viene de ayer)))
Y quizá el tío Armando nunca había hablado del tema no por vergüenza, sino porque nadie le había preguntado nada ni se había tomado el atrevimiento de enderezar esa mirada alcohólica que él tenía, la dejadez en la barba crecida y el temblor en las manos densísimas. Vergüenza es robar y que te agarren, pibe, decía con esa voz de caricatura. Vos podés confiar en mí, repetía, y a mí me molestaba un poco porque aunque yo tenía doce años, sabía -como toda la familia- que confiar en el tío Armando era tener de enemigo al único doctor del barrio: una imprudencia, algo innecesario. Si tanto puedo confiar en vos, contame qué pasó esa vuelta con la tía Noemí. Armando se mordió el labio inferior y se rascó la nuca: tenía ese gesto ridículo y que lo vendía. Al principio no quería hablar: decía que ya pasó, fue hace mucho y no va volver a pasar. Después, de a poco y aunque yo no lo había pedido, se aventuró a una descripción discreta, y confesó que la mina era una bibliotecaria de Concordia, a la que había conocido en una despedida de soltero. No era puta, aclaró. Después de la descripción, yo había perdido buena parte del interés inicial, pero el tío pasó a detallar al cuerpo de una bibliotecaria tantas veces imaginada a ciegas por la angustia de la tía Noemí, que más de una vez había llamado a casa para contarle sus problemas a mamá, la desconfianza que le tenía al tío Armando desde que confesó esa empernada monumental. Y el tío que ahora moldeaba una silueta en el aire, se puso de pie, explicó que logró arrinconarla contra un lugarcito que hay entre el lavarropas y la heladera, y lo vi moverse, buscar la posición exacta en que ahondó en una bibliotecaria extasiada, de ojos enromes y ropa interior color beige y casi tan enorme como sus propios ojos. La transpiración de un tío Armando extasiado dejó empapada su camisa verde a cuadros, mientras él recordaba el frenesí de esa noche sin Noemí. Comimos carne al horno, con papas, dijo mientras se frotaba contra el televisor. En esa nostalgia entremezclada con un tío Armando jadeante ante el recuerdo de una penetración exacta, supe que ahora le era fiel a Noemí, que no había vuelto a ningún puterío, y que todavía, en la intimidad de la ducha o frente a la tía, aún se regodeaba y disfrutaba del encuentro con la tramposa bibliotecaria de Concordia.-
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(imagen extraída de aquí)

lunes, 4 de octubre de 2010

léase

Aunque sólo confesó haber sido infiel una sola vez con una putarraca del barrio, nada grave, un cálculo a ojo hecho por familiares y allegados al entorno dio como resultado que el tío Armando engañó a la tía Noemí en al menos unas cuarenta oportunidades con un promedio de diez mujeres distintas, de las cuales entre siete y diez serían conocidísimas prostitutas de la zona oeste de la Capital Federal -léase Lugano y su periferia-. El cómputo varía, porque el tío Armando nunca hizo grandes ponencias sobre la cuestión, quizá porque nadie le había preguntado más allá de aquella vez en la que debió confesar el hecho, y no lo hizo porque lo matara la culpa ni porque la tía tuviera la viveza de sospechar y pescarlo, sino porque el muy pelotudo llevó a esa putarraca del barrio a su casa y le prestó la bata de Noemí, esa vez que la tía se había quedado en el hospital cuidando al abuelo Arturo, al que habían operado de una violenta cirrosis. La cosa es que la tía Noemí -que tiene un don para identificar olores, para qué negarlo- olfateó un perfume que no era el suyo en su propia bata, y tal vez por eso -y porque encontró tres forros en el tacho de basura del baño, dos cartones de vino blanco en el patio, un par de medias sobre la araña del comedor y un cuerpo de mujer despatarrado sobre su propia cama y en el mismísimo lugar en que ella suele hacer la siesta- intuyó que tal vez, Armando no le estaba siendo del todo franco...-
(((Mañana la seguimos)))
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(imagen extraída de aquí)

sábado, 2 de octubre de 2010

viernes, 1 de octubre de 2010

hijoputa

Estaba perfecto hasta que llegaste, hasta que volviste a llegar, hasta que te vi y porque soy un gran pelotudo me acerqué y ahora sí, te echo toda la culpa a vos, sí, que no tenés nada que ver, o sí, pero la cosa es que me acerqué y vos no te hiciste para atrás, me abrazaste y te pregunté cómo estás y vos que bien bien muy bien, y yo que ah, y vos que qué bueno haberte visto, ayer soñé con vos, y yo que ah, me tengo que ir, y vos que bueno, chau, nos vemos, cuando sabés que no nos vamos a ver a menos que yo te llame o que vos lo hagas, y ninguna de esas situaciones sucederá, y vos que dijiste antes de irte que soñaste conmigo, y la verdad, qué gesto hijoputa el tuyo, porque sabiendo que yo te miraba así con cara como de sorpresa, vos me dijiste eso que mirá, mejor, no quiero ni repetir, porque me pone contento pero también me hace pensar que sos una terrible manipuladora, que te guardaste durante todo este tiempo, bajaste muñequitos a más no poder y ahora me cruzás, o yo te cruzo, y me decís esto, como si yo tuviera la posibilidad de seguir así como haciendo de cuenta que no pasó nada, y ni me dijiste qué soñaste, no te lo pregunté pero podrías haberlo dicho, pero no, te lo guardaste, y ahora quién me cuenta qué soñaste.-
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(imagen extraída de aquí)