Estoy acabado y esa es mi única verdad. Sé que en cualquier otra circunstancia, que yo te dijera esto hubiese sido una revelación deliciosa, pero ahora, con el cadáver tibio que dimos en llamar nuestra relación, reírse en la cara de este sentimiento con ACV no sería más que un gesto de supina cobardía. Y aunque te considero una mujer cobarde, tengo claro que tu estupidez en incubadora todavía respeta los límites del cinismo. Decí entonces lo que quieras. Acusame del caos, la crisis, el granizo y el divorcio de tu prima. Yo sólo me la curtí una vez; el resto preguntáselo al (ex)marido. O a mí, qué se yo, me da igual, te respondo lo que quieras. En estas condiciones, me tienen sin cuidado tus planteos de trasnoche y droga blanda. Lo único que te pido es que no te cruces frente al televisor. Por lo menos bancá el código mínimo de la tregua y no me jodas. Porque si te digo que estoy acabado, y me notás acabado, y escuchás mi voz acabada y ves a este cuarto acabadísimo y al perro abatido y a las lamparitas quemadas y que hace días que no duermo, no sé ni de qué me venís a convencer. Para mí es lo mismo que me hables del helado de frutilla, la constitución de Zaire o el aumento en el costo del peaje. Portate como la dama que nunca fuiste, y si no querés velar en casa a este fiambre desconsolado, al menos -telopidoporelamordedios- no le metas el dedo en la nariz al muerto.-
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(imagen extraída de aquí)
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