lunes, 28 de marzo de 2011

MacGyver

Con facha, cualquiera se levanta una mina. Con el caballo del comisario, no hay quien se resista a ser El Zorro. Un lindo es un lindo: de él, nadie espera nada que atente contra el cosmos de lo corriente. Por eso mismo, hablemos de los otros. Mejor dicho: de una sagrada estirpe forjada en la cotidianeidad de "los otros", lo que sin ser hermoso por naturaleza, debió ser atractivo por necesidad. Hablo de los tipos con labia, calle, parla, cancha, huevos, firulete y rabona en el encare para con las damas. Esos sí son los tipos que valen la pena, señores. Me refiero al MacGyver emocional, que con nada -con lo que para cualquiera sería la mismísima y absurda e inútil nada- te arma una caña de pescar y te lo sale a vender al por mayor. Y las minas -se sabe- compran. Debatamos de este tipo al que Dios, sin hacerle mayores concesiones, le destinó esa carita que madre mía...si te la encontrás de noche y andás medio confundido, quizá te cuelgues de la lámpara del alumbrado público. Ese tipo -un pura sangre a fuerza de garra, fundamentalista del remo a toda máquina, simpático para gambetear la virginidad ad eternum- merece el mayor de los respetos. Y el menor también. Por mí, los lindos se pueden ir a la mierda. Lindo es cualquiera que mas o menos logre alinear los genes indicados, y que hereda de sus padres -lindos, obvio- el Lemon Pie de los días. Pero el otro, el caradura, el que te agita el trapo, insiste, resiste y conquista, es un refinadísimo servidor del lo atamos con alambre más criollo que existe. Los que comen banco pero piden pista, y son el eterno pingo que juega a perdedor, y cuando los ves en el césped la rompen y coronan la gloria, esos muñecos cambian el mundo. Los feos con empuje, los que se las ingenian y ganan, esos sí que tendrán mi apoyo innegociable. A ustedes, lindos de espíritu, los quiero en mi equipo siempre.-
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(imagen extraída de aquí)

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