lunes, 31 de marzo de 2008

Columna escéptica II - Medidas ácidas

(EN SIMULTÁNEO CON NO PUBLICABLE)
Indignados, los ciudadanos que observaban la escena daban gritos de horror y de odio, como en un aquelarre del Medioevo (según los diarios), no podían soportar que ante sus ojos se quemaran cerca de quinientos mil dólares en una operación que paralizó de horror a la ciudad y al país y que duró exactamente quince interminables minutos, que es el tiempo que tarda en quemarse esa cantidad astronómica de dinero (…). La gente indignada se acordó de inmediato de los carenciados, de los pobres, de los pobladores del campo uruguayo que viven en condiciones precarias y de los niños huérfanos a los que ese dinero habría garantizado un futuro. El fragmento pertenece a la novela Plata quemada de Ricardo Piglia. En la escena, los delincuentes queman el dinero que habían robado de un banco. Lo queman a los ojos de todos, lo queman y lo tiran por la ventana del baño del departamento en el que se encuentran atrincherados.
Es frecuente que las grandes editoriales, empresas multinacionales, cuando no tienen más espacio en sus depósitos para guardar los libros que no se venden, los queman. Esto tiene un sentido para la lógica capitalista (la escasez del producto asegura un determinado precio), que prefiere dejar en manos de nadie sus productos a perder el dinero invertido, no obtener beneficio alguno para darle la posibilidad de enriquecerse -de forma gratuita- a otras personas que no tienen acceso a la literatura.
El 30 de marzo, un productor citrícola, en el marco del conflicto que el campo mantiene con el gobierno y como símbolo de protesta, dejó a un costado de la ruta 14 una carga de naranjas en perfecto estado. No es el único que se manifestó de esta forma: el mismo día, se sacrificaron 1,3 millones de pollitos bebés y se desperdiciaron dos toneladas de mercadería que llegaron podridas al Mercado Central.
Desde la ignorancia del ciudadano que ve por televisión las imágenes de los trabajadores que tiran la comida al costado de la ruta, surge preguntar si regalarle ese mismo cargamento a la gente que no come todos los días no hubiera sido también un acto de protesta. ¿Hubiera sido menos noble? ¿Dónde quedó la solidaridad que ayer hermanó al campo y a la ciudad? Para los agricultores, el resultado hubiera sido el mismo, no así para los que no tienen el placer de contar con las cuatro comidas diarias. Tal vez, nuevamente desde la ignorancia, todo se reduce a que el fin, para algunos, sigue justificando los medios.-

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Juaniiiii!!!!!!!!!

Bueno t doy la bienvenida...tarde pero seguro...

Hacía mucho no pasaba a firmar, pero siempre leo y chusmeo...
No voy a opinar del tema del campo...sólo manifiesto mi apoyo al sector agropecuario al 100% y no me gusta Cristina y lo digo orgullosa d no haberla votado =)

Bueno Juanisss t dejo un beso, los extraño mucho a todossssss, a ver si nos vemos cheee!!! el sab hay salida...prendete!!!!!
Y ojo q me estas reemplazando en el grupo d tele eh...estas ocupando mi lugar asi q ponele ganas eh!!!jajaja

Besitos!!!

MSR dijo...

Yo me planteé lo mismo. No sé, me parece que con la comida no se jode por eso no avalo esa forma de protesta. Quizá me equivoque, pero los argentinos siempre nos quejamos del hambre y ahora estamos viendo frente a nuestras narices cómo se pudre todo en los camiones.