martes, 17 de mayo de 2011

Toresani

La vaca tiene un destino que ni ella misma se cuestiona. No sufre crisis de identidad al mascar el fardo, abonar la tierra y sentir el fuego del sol en el cuero. Todo eso con la elíptica -sigilosa, cuidada, discreta- convicción de que no hay mas remedio que avanzar hacia el matadero: purgatorio vacuno, verdugo metálico y mecánico. Cada gramo engordado, ración consumida y músculo atrofiado de grasa y hormonas de probeta, es un paso mas hacia el bautismo de la sangre final, y que a la vez, es el sacrificio de la vaca devenida en res, que deja de ser un animal -patrimonio semoviente y marmolado de negro y blanco- para convertirse en fruto de la supervivencia humana. La vaca nace gracias al humano y es él quien decide cuándo y cómo la vaca dejará de ser vaca para ser churrasco. Es más: el humano es dueño del cuerpo post mortem. Nadie jamás le otorgó algún derecho a la vaca, que tampoco lo exige. La vaca no implora respeto, no mira con angustia ni se deprime. La vaca no pide analgésicos ni diuréticos ni anfetaminas. La vaca es una fundamentalista del silencio de campo, filósofa en la llanura tapizada en verde, anfitriona de moscas e infecciones y lluvias torrenciales. La vaca tiene coraje, afronta todas. Y eso que sabe la que le espera cada vez que el peón le acaricia las orejas y le silva en el oído. Lo tiene clarísimo la vaca que, en el mejor de los casos, sera una tira de asado a la cruz. Esa es la consagración de la carne. En el otro extremo, la vaca será morcilla vasca, o los restos que limpiarán animales de carroña o rejunte para el perro de monoambiente, ese mismo pichicho que crece y muere con su tranquilidad de departamento en Recoleta gracias a una vaca -vaca con ímpetu, vaca con mucho huevo, vaca Toresani- que se inmola por la permanencia de las especies.-
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(imagen extraída de aquí)

3 comentarios:

m. dijo...

liked it.

Anónimo dijo...

qué mala leche nnn.

nadia dijo...

¡Encantador!