miércoles, 27 de marzo de 2013

Everest


Come fly with me, let's fly, let's fly away. Frank Sinatra quería escapar: acaso la belleza cosmopolita no le era suficiente, no le alcanzaba con penetrar a la mujer que se le pusiera en frente, con tener acceso ilimitado a las mejores drogas de la Hollywood dorada, con ostentar un talento genuino con una voz genuina, un centenar de tarjetas de crédito con respaldo ilimitado en cualquier país del mundo, viajes de cortesía, amas de llaves bilingües, trajes de terciopelo y corbatines de seda, la disposición incondicional de la mafia para encaminar cualquier tipo de tareas ilícitas y cenas en el Everest de una fama correspondida.
Come fly with me, let's float down to Peru. La puta que te parió, Frank. Tenías París, Moscú, Amsterdam y Barcelona. De seguro tenías millas acumuladas para tomarte un avión ida y vuelta a una estrella con tu nombre, pero decidiste que Perú podría ser un gran destino. Pusiste la mira en una zona de clima inestable, con altísima probabilidad de sismos, gente doblada por las noches y quebrada en castellano. Ahí no hay rubias de New York. No sé cómo hubieras hecho para cambiar tu paladar.
Once I get you up there where the air is rarified. No hay nada para ver. Desde arriba, en un punto cenital, las cosas son aún más insignificantes: las casas forman parte de un enorme tablero para juegos de mesa, un gran Monopoly de colorida miseria y riqueza caprichosa, los ríos se vuelven hilos de agua vertida en la mesa de la cocina de casa, la gente se hace puntitos estrellados contra una postal helada. Escapar hacia el cielo nunca resulta una buena opción. Nada se ve más grande desde arriba. Salvo el vacío.-
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imagen extraída de aquí.-

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