viernes, 15 de julio de 2011

Expedición al mundo amarillo: breve crónica sobre la fiesta en el bunker PRO

Fui a buscar en qué creen los que creen en ese viaje de egresados sin coordinador con gel en el pelo ni porro en la mochila. Hablo del universo PRO, con sus recetas de sofisticado management y sus referentes light. Para ser más exacto, me refiero a la fiesta en el bunker PRO, en Costa Salguero: al corazón del agite macrista, con sus hilos improvisados y sus invitados imposibles, como el mago Sin Dientes; a la celebración colorinche y siempre bien rumbeada hacia las tonalidades pastel, tan milimétricamente craneadas por un grupo de asesores de imagen que recomendaron usar camisa -pero sin corbata- y fueron demagogos con el disc jockey a la hora exacta en que le dijeron que cuando termine de hablar Mauricio, vos poné el tema de Gilda que esto se re-pone y la gente va a limar, acordate lo que te digo, quiero que “No me arrepiento de este amor” esté al taco, ¿OK?
Y nadie se arrepintió, parece. Menos ahora que el bunker estalla. Si hay un momento para no arrepentirse del amor, que sea la hora de los campeones, que si no es esta -a eso de las diez y pico de la noche y con un consolidado 45,9% (que horas más tarde, alcanzaría el 47,08% definitivo) del padrón electoral del lado amarillo del asunto-, cuándo carajo será la hora de la gloria capitalina. Macri acaba de salir a escena para arengar a un electorado frenético, abrazar compañeros de su Alianza Propuesta Republicana, saludar para las cámaras de televisión, esbozar una danza digna de un robot chino con epilepsia y dejar a todos así, eufóricos, contentos y agitando remeras con el slogan “sos bienvenido”, suerte de invitación no formal que se demoró nada más que cuatro años de gestión en el gobierno.
El bunker es el simulacro de una fiesta de quince sin quinceañera ni velas ni videíto emotivo ni coreo de las chiquis acnéicas de tercer año. Por el contrario, el centro de atención -leitmotiv del festejo- es Mauricio Macri: acaso el mayor exponente de la “nueva dirigencia” que nunca viajó en bondi pero que tuvo la virtud de mimetizarse -vaya uno a saber cómo- con el vecino de barrio mocasín y con el laburante de pico y pala. A su alrededor, los invitados al banquete político. En los costados hay mozos que cortan carne y ofrecen sanguchitos de un carré de Dios. Cuando la comida no viene a uno, la gente se abalanza sobre los caballetes. En otro orden, también se puede aguardar hasta que llegue. Camareras más bien petisas, le ofrecen a los vecinos -queda lindo hablar de “vecinos”, muy homogéneo e inclusivo- una sonrisa y una porción de torta que parece de mousse. Paso, gracias: ciertas viejas que bailan en el bunker tienen esa dulzura optimista-corrosiva que empalaga. Y además, estoy a dieta.
Si todos los fines de semana hubiera un bunker PRO, no tendría ningún sentido venir a bailar a Costa Salguero. ¿Para qué? Si acá hay música y se reúnen las mujeres de corte ABC1 con presunta conciencia cívica. Quién no querría tener en casa una de estas rubias macizas, de físicos trabajados en Megatlón y mentes cultivadas en la cantera del imaginario macrista. No tengo dudas de que más de uno vino para levantar, hacerse el boy scout PRO y coleccionar teléfonos de dudosas militantes amateur que creen que con más bicisendas se acabarán los problemas en Capital.
El momento border de la noche llega cuando hay que hacerse uno con la algarabía PRO, pasar frente a las viejas que bailan -ahora, los Auténticos Decadentes: toda una paradoja política-, los rugbiers que se congregaron en el centro de la pista y los rosqueros friendly: todos ellos, embanderados con la causa de forma espontánea, porque acá no hay colectivo ni chori ni vaso de vino que valga, explica desde su camisa a cuadros uno de los pibes que vibra con el baile de su jefe político. Festejan el triunfo que no les dio el fútbol. ¿Alguno de estos vivirá en Núñez? ¿Cuántos habrán venido con la leche vencida del descenso de River? Otros no. Serán incluso de los barrios del sur, en donde el jefe de gobierno fue elegido con similar contundencia a las comunas del norte (en las que más de un 55% de sus habitantes optaron por la continuidad del oficialismo porteño). Hay que decirlo: si bien es cierto que el salón es una convención de BlackBerrys y botas media caña, también hay gente modesta, que escapa al -previsible y real- estereotipo del votante del PRO. Algunos vinieron a Costa Salguero porque adhieren al movimiento y a lo que llaman “nueva política” -reciclado de las viejas políticas que se estrechan porque se junan- y porque les pintó venir, y creen en Macri -como creen los delegados de la villa 31-, y que seguirá con su proyecto porque así, se sabe, juntos venimos bien.
Los cánticos PRO esconden una tibieza de secundario que se hace amiga de una certeza inapelable: la de haber ganado bajo una democracia con todas las letras. Nadie puede decirles nada. Ganaron. O casi: falta el ballotage contra Daniel Filmus, en la puerta de un partido que para el candidato del Frente para la Victoria, se perfila perdido desde el vestuario.
Y más perdido aún parece después de que Fito Paez haya disparado que le “da asco la mitad de Buenos Aires”. Por qué, Fito. Para qué. Si quería darle una mano a Filmus, generó el efecto contrario: el FPV ahora deberá arrastrar en la elección cuesta arriba, el fiambre que le dejó el rosarino, que pavimentó el argumento de la intolerancia kirchnerista. Asco no es pena, lástima, incluso rechazo. Por qué te tiene que dar asco -justo asco-. Si con no coincidir, bastaba. Imagino el brindis de la mesa chica del PRO, en una fiesta post-bunker luego de haber leído las palabras de Paez y su rebote.
No sé en qué creen los que votaron al PRO con plena convicción, ni sé si saben de la falta de gas en el Borda, de la subejecución del presupuesto en Educación, de la falencia en el sistema de Salud, de la mentira de los diez kilómetros de subte por año, de la gestión gerencial, de la militancia soft al mejor estilo universidad privada -en el bunker hubo autoridades de la UCA-. No sé en qué creen y parece difícil que todas las razones que puedan llegar a dar, logren revertir -y justificar- la imagen del fracaso en términos de igualdad social. Eso no debe estar en sus planes. Tal vez no barajen la igualdad como un objetivo prioritario. Después de todo, si vos sos bienvenido, de alguna forma todos somos bienvenidos, pero cabe pensar que algunos son más bienvenidos que otros.-

4 comentarios:

Anónimo dijo...

MUY BUEEENOOOO!!!!!! VAMOS NNN.- ya estas listo para desplazar a macri...

Anónimo dijo...

Genial!

Anónimo dijo...

Está bueno, bien armado aunque demasiada ironía y además
pienso al haber tanta sangre que te sale del cuello. Podrías tener un poquito más de amor propio y hablar claramente, en éste texto al menos, cómo un verdadero kirchnerista. (aclarando que lo sos)

PD: ¿deberías enterarte que todos los que quieren ser guevaritas, usan black berrys – increíble pero cierto ésta ola d zurdos que tenemos.

Marcelo.

Nadie Nunca Nada.- dijo...

Marcelo, lamento no poder darte el gusto, ya que no soy kirchnerista. Tampoco soy del PRO. Soy, por sobre todas las cosas, critico y tolerante.
Lamento entonces tampoco darte el gusto de la sangre en el cuello.
Tus diminutivos ("guevaritas") me hacen gracia, estan muy bien. Espero que vuelvas por este lugar, de verdad.
Saludos.-