lunes, 29 de agosto de 2011

pocillos


Este texto es amigo de este tema. NNN idem.-
Otra vez encerrado en la jaula del zoológico clandestino que -a pérdida y rumbo a una quiebra fraudulenta- sostenés en el fondo de tu displicencia offshore. Encerrado y del lado de adentro: vos afuera, de viaje, madrugando puchos en el café de algún aeropuerto sin nombre. Con tus piernitas cruzadas -la minifalda celeste corrida hacia arriba, asoma tu ropa interior a juego con los zapatos negros, y tu pañuelo ajustado al cuello: horca de seda para cubrir un zarpazo que no es mío-, hacés turismo en el filo de los pocillos del café: son dos. Tenés a un tipo en frente: desde mi jaula puedo sentirlo. Sé que lo mirás sin atractivo alguno, lo mismo que observarías los adelantos del fútbol del domingo, con el cinismo con que mirabas el mondongo de mamá. Tus ojos verdes le cuentan lo aburrido que resulta un monótono comisario de abordo de metro ochenta y peinado a la gomina, y si yo fuera así -comisario de abordo, metro ochenta, peinado a la gomina- también toleraría tu cara de azafata violenta. Después de todo, si tolero estar en la jaula de tu indiferencia -Siberia de los amantes-, podría volver a bancar tu expresión de cartón corrugado (es más, me encantaría). Mientras, acá en el zoo, espero que me muerda el rinoceronte: la enfermera está buena y sería bueno invitarla a comer doble ración.-
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(imagen extraída de aquí)

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