viernes, 18 de junio de 2010

peiperviú

En estas noches del orto me dan ganas de chupar whisky del pico hasta ser feliz. Es una lástima que jamás me haya gustado el whisky, por el contrario, me preparo un Toddy con edulcorante dentro de un vaso plástico color verde con la cara de Verón, y me dispongo a tomar chocolatada tibia en el sillón del living, hacer zapping en cada película soft porno que me ofrece la compañía de cable más barata que conseguí y de paso pierdo mi tiempo en llorar, así como con pocas ganas, sobre las vainillas húmedas que recién me vendieron en el mercadito de la vuelta. Ni vainillas se pueden comer: ya ni en mis amigos chinos tengo que confiar. Y en vos, menos: auténtica contadora de cuentos chinos, fanática de los Back Street Boys, ninfómana barrial. Qué ganas de escuchar tango, pero si es una noche fantástica para escuchar tango y desangrarse y hundirse en el sillón del living, dejarse absorber por las plumas sintéticas del sofá. Qué pena que no pueda ni bancarme una nota de bandoneón. Más allá de eso, todo bien. El tango es un lamento constante: un grito algo más leve que los de la rubia plástica y zarpada en expresión que ahora mismo es penetrada en la porno light del cable -o uno cree que es penetrada, porque lo que tiene este género casi apto para los que no acceden al peiperviú, es que deja la fase genital librada a lo elíptico, a la imaginación inducida de cada quien-. Gritos. Al fin y al cabo, el tango es una porno, una simulación puesta en escena, pero una ocasión que le sucede a todo el mundo. Entonces el tango es una porno, reflexiono en voz alta: Verón aprueba el comentario desde su sonrisa estrellada en un vaso plástico de color verde.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

Tita dijo...

Chupar whisky hasta ser feliz...ojala a mi me gustara también.