lunes, 2 de agosto de 2010

trastocadas

No es que venga a ponerme en moralista ni policía, pero comienzo a temer por mis hijos. Todavía no tengo hijos, es cierto, pero eso no quita que un diminuto insecto parlanchín haga turismo por mi cabeza al grito de ¿qué vas a poder ofrecerle vos -vos- a un nene? La pregunta es sólo eso: una pregunta, pelota de tenis que rebota en el frontón del inconsciente y vuelve con el doble de agresividad. Qué podré aportarle a un engendro-sangre-de-mi-sangre, a un tipo con todo por ganar, ansioso de conocimientos y gratas experiencias, cómo haré para explicarle sin caer en contradicciones que algunas cosas que yo hice -que no son buenas, no-son-buenas, repetiré, con aire didáctico- es recomendable que las evite, que hay gente perturbada por la pasta base, familias trastocadas por la violencia, personas sin oportunidades y oportunidades que dan personas que mejor, dejarlas pasar. A la vez, me quedará la difícil tarea de diferenciar que no toda la gente que hace daño es mala, que las putas no besan en la boca y que jamás hay que pelearse con el mozo que te trae la comida (médico que te opera; gauchito que te cuida las cosas; empleado administrativo que chequea tus papeles). Ya estoy estresado de sólo pensar cómo definir a este mundo paranoico. Será complejo transmitir tranquilidad desde la propia incertidumbre.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

Titi. dijo...

BIENBENITO... me hizo recordar, muy lindo.

Besos, chino.