jueves, 14 de abril de 2011

ropita

Porque nunca te mentí -y no pienso comenzar ahora-, tampoco tengo por qué ocultarte que ayer te recordé otra vez, antes de dormirme. Pero si evoqué tus talones sobre mis hombros y tu carcajada de Peugeot 504 vencido, fue para el solo fin de darme inspiración. Sabés a lo que me refiero: se viene el frío y uno busca un poco de calor debajo de las sábanas, en la franela íntima, en la fricción, y bueno, casi por decreto (inapelable, obvio) fuiste seleccionada en el casting express para pasar una noche conmigo (de nada, querida. Hubo fraude en la selección, pero sé discreta frente al resto). Entonces ahí estabas, primero vestida, después no. Como en tantas otras oportunidades, te ubiqué justo sobre mi lavarropas -en ese rincón que conocés, a un lado del canasto de la ropa sucia, en la escena recreada no estaba el canasto, lo eliminé, no te molesta, ¿no? después de todo, es mi sueño-, y mis manos sobre tu cuerpo, y allí te imaginé, tan verosímil, con tu ropita interior turquesa y tu instinto demandante hasta para mirar. Te imaginé, te tuve, te apreté, mordí, lamí, olí tu perfume de muestra gratis en el shopping, me serviste por esa noche, concluyó todo, nos vestimos, sonó el timbre, tu taxi, querida. De vuelta en mi cuarto, tapado y listo para dormir, con la gloria desparramada y tu silueta -tu verdadera silueta, no la que recordé- en cualquier otro lugar lejos de mi cama, debo confesarte -porque desde un principio esto era eso: una confesión con destinatario particular- que más allá de todo sexo, pasada la excitación y el éxito en los hechos, debí padecer unas escandalosas ganas de besarte detrás de la oreja.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

mariagallay dijo...

no se puede ser menos
ni más romántico

no se puede pensar así
teniendo tu edad

no se puede escribir así
siendo hombre

es que no se puede