miércoles, 5 de octubre de 2011

tocuen

Cuando me pongo en pose de salame en happy hour, me gusta decir que podría haberme quedado con cualquier otra mujer que no fueras vos: alguna compañera del trabajo, las pibitas enloquecidas de Wisin y Yandel en cada boliche, tus mejores amigas e incluso tu mamá. En realidad, lo que me agrada explicarte en tono de ganador de premio Nobel, es que yo te elegí -sin ningún tipo de azar- de entre esa constelación amorfa compuesta por las casi tres mil cuatrocientas millones de mujeres que habitan la Tierra. Si lo pensamos así, no hay dudas de que te considero -al menos- especial, distinguida, destacable en una masa inconstante de mujeres diversas que podrían ser invitadas por mamá en cada cumpleaños, pero que no son invitadas porque la invitada siempre sos vos, y porque la casa es bastante chica y mamá no quiere dejar pasar a extraños -lo cual, en principio, me parece sensato-. Visto de este modo -mi mano que te escoge sin ningún tun tun: mi capricho de apuntarte, darte un puñado de razones verosímiles para que vivamos juntos, acertar y contar esta historia de mi talento improbable para quedarme con la mujer que se me ocurra-, me queda pensar que lo mío también tiene un mérito. O me gusta pensarlo así, con jactancia de empleado del mes. Igual, lo que más me gusta saber -saber, a ciencia cierta y por comprobación empírica: en tu caso no hay tocuen- es que vos sí podrías haberte quedado con el hombre que se te diera la gana, pero parece que alguien grosso pegó el faltazo y me tocó el jai definishon de los días.-
.
.
(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

Basta dijo...

No importa como llegué acá, si soy sincera no lo recuerdo. En dos días leí más de 40 textos en este espacio, me declaro oficialmente seguidora de tus palabras. Tienen un no se que que ni te cuento, y la forma exacta en la que me gustaría expresarme a la hora de bajar las emociones al papel.