Supongo que si te llamo para preguntar cómo estás, qué es de tu vida, y qué pasó con ese perro pequinés que tu papá tenía pero quería dejar de tener, te darías cuenta de lo inverosímil de mi discurso y preguntarías qué sucede, con tu cara de preocupación, de publicidad de yogur bebible cero calorías, con tus rasgos exacerbados y definidos. Para tu fortuna -que no por casualidad es siempre inversamente proporcional a mi desgracia- me conocés muy bien, y no sé si tendré el coraje de sostener una mentira -telefónica- por largo tiempo. Tal vez hasta te des cuenta de que no digo la verdad, y preguntes otra vez por la razón del repentino llamado. Nada, lo de siempre, cosas, contestará un falso resabio de indiferencia. No vas a preguntar qué cosas: me alegra que ni aún hoy te sientas presionada por fingir interés en mí. Siempre será mejor mentirte, al menos para engañar a esta lejanía: si te hubiese confesado que el médico diagnosticó que lo que yo llamo stress engendró un cáncer que él llama terminal, no hubieses creído que tan sólo quería despedirme del último gran amor de mi vida.-
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1 comentario:
Ja... fucking mierda, te llamo y callate!
La felicidad ajena es inversamente proporcional a nuestra desgracia, sin dudas!
A.-
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