Estás vencida, mujer. Dejaste en el cenicero de algún bar, entre las uñas de un amante o debajo del asiento de un taxi, la furia de tus comentarios sagaces. Te tornaste predecible, te volviste vieja, se le corrieron las medias a tu alter ego vestido para matar y ahora sí, queda sólo vos, y ese vos siempre será tan poco. Más allá de mi parte -de la cual me hago cargo, intuyo que yo también perdí el instinto-, tu imprudencia es un error incómodo. Pero es una imprudencia casi adolescente. Lo nuestro -encuentros, fotografías, cigarrillos-, nuestro error, fue un desencuentro con fortuna, poco acertado pero desafiante. Y hoy ni eso conseguís: a esta altura, sos una ama de casa arrepentida y con honores. A mí me queda la picardía de buscar el tiempo suplementario. A vos, la incertidumbre de un hombre como la gente. Y ahora sí, seré honesto: hacé lo posible por conservar el error actual. De otra forma, volverías a caer en el affaire de mis visitas guiadas y en la aventura de mi pluma zurda repetida.-
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1 comentario:
Qué ha pasado?...el tiempo y el tiempo no nos espera.
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