viernes, 30 de mayo de 2008

juego de cartas


Cada vez que dormimos juntos, siento que le soy infiel -¿a quién?-, y es que cada noche es una mujer distinta, se comporta como si no fuera ella y hasta habla de otra forma. Ayer se durmió en el sillón, mientras mirábamos una mala película de dudoso origen europeo, la esbelta rubia de ojos verdes, modelo publicitaria de empresa cervecera, tacos altos y vestido rojo. Eso estuvo bien. Pero desperté con un desayuno frío que trajo un diminuto cuerpo con castaño cabello oscuro a la altura de los hombros, estudiante de filosofía, bohemia o genia no comprendida, que si bien no estaba nada mal y se veía muy graciosa con mis pantuflas, al principio no la reconocí hasta que sentí su perfume y un beso helado. Todo siguió con naturalidad, entre planteos marxistas-leninistas y la estúpida postura de volar hacia ningún lado con palabras finamente seleccionadas. El sueño, otra vez, hizo de la noche un juego de cartas y quien amaneció conmigo fue una hippie de pelo caoba, con la que no pude hablar porque jamás terminó de levantarse. Sólo pidió un vaso de agua. Gente sana. A favor. El tema es que ahora soy yo quien no quiere despertar, por el temor que produce una enorme espalda oscura, boxeador amateur, 35 peleas ganadas, 4 perdidas y 2 empatadas, cabeza rapada, brazos inflados, ronquidos de bestia.-

2 comentarios:

Luis Moranelli dijo...

Sos un genio!!!

Anónimo dijo...

Por eso...mejor estar despierto.
Sabés que no soy Neustadt...pero me asiste el sentimiento de ganarle algún tranco a la vida si aprovecho el "mayor tiempo posible"...AAAAaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhh??????????????????
Bueno, al menos cuando suceden estas cosas...