viernes, 19 de septiembre de 2008

mancos

En el living y a oscuras, el último perfume de las fresias recién traídas. La empleada doméstica me saluda y dice nos vemos. ¿Tiene sentido explicarle lo improbable de que en verdad volvamos a vernos? La evaluación mental es corta: no. Un último beso en los labios, el último reflejo de los espejos del ascensor y la seguidilla de últimas cosas termina por desarmarme. Entonces llega el primer cigarrillo después de meses de abstinencia. El placer del tabaco se mezcla con una tristeza que ya casi había olvidado, y el resultado es un vacío perverso, la soledad de los mancos. Por esta vez, el transporte individual de pasajeros le gana al masivo, cambio el taxi por el colectivo y mi economía exige que no se repita. El chofer cuenta la misma aburridísima historia de siempre, la de sus dos mujeres, el hijo abanderado y anécdotas de militancia en la JP. Tengo ganas de llorar pero no voy a hacerlo. En mi cabeza, Pepe Grillo reproduce diapositivas de ella y yo en la playa, en Navidad y en mi cumpleaños. Pepe Grillo musicaliza con Inconciente colectivo: Golpe bajo, Pepe, reflexiono pero él no se detiene. No voy a llorar, aseguro y cierro fuerte los ojos, entonces lágrimas contra la ventanilla del asiento trasero: impulsos naturales 1; estabilidad emocional 0.-
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(imagen obtenida de aquí)

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