Disfruto del porno amateur porque no me da culpa: uno evita pensar en el posible contexto real y dramático, en la relación de trabajo que se esmeran en ocultar los actores de un film para adultos, y en el peor de los casos, en el sometimiento de un hombre o una mujer que debe protagonizar un argumento harto inverosímil ya sea por estar obligada o por el deber de mantener a una familia en las zonas bajas de una Rusia que de seguro jamás conoceré porque permanece vedada al turista que paga por el trip a lugares típicos. Entonces, mejor el amateur, sin diálogos fingidos ni orgasmos de mampostería. Todo es en serio, consentido y de entre casa. Nada de camarógrafos nerviosos ni directores con pretensiones de una Hollywood en el down town de la moral social. Son ellos, los vecinos, desnudos y teniendo relaciones, como siempre imaginaste y nunca pudiste entrever por la ventana que da a su cocina. Ahí los tenés: mayores de edad, teniéndose un cariño de años, haciendo las poses exactas que tu propia mujer no te deja practicar, hurgando en las pantanosas zonas en las que tu pareja te tiene prohibido hacer trabajos de investigación, gritando sin exagerar, siendo ellos mismos para lo más íntimo de su cámara familiar, la misma que llevaron el último verano a Camboriu para sacarle fotos a los chicos en el mar. Qué lindo el mar y qué lindos ellos, así de simples, de torpes, de atrevidos y de generosos.-
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1 comentario:
Sublime
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