domingo, 28 de septiembre de 2008

abominables

Entonces la besé y el tiempo se detuvo. No, en serio, no es un decir: el tiempo se detuvo. La insoportable música de un grupo de cumbia me aturdía, y ella me daba el beso más horrible que me hubieran dado jamás, un beso exclusivo, de elite infernal, elegido entre todos los besos más inolvidables y terribles y abominables del mundo. Mirá que es difícil dar mal un beso, eh, pero ese -hoy lo entiendo- fue un beso escogido para mí, predestinado, un arreglo de cuentas. Esa clase de besos arruinan matrimonios, devastan ciudades y hacen tristes a las personas. Por mucho menos que eso hay gente que descree de la vida. Y ella parecía disfrutarlo, sus manos en mi espalda, yo miraba el reloj muñeca y la aguja no caminaba, qué carajo pasa, avanzaba un segundo y volvía hacia atrás, y yo deseando que todo siguiera: la insoportable música, las luces de colores, y que al fin ese tropiezo de dientes y labios confundidos terminara para poder esconderme en algún lugar seguro.-
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(foto extraída de aquí)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hey, me copó tu blog. :)