viernes, 5 de diciembre de 2008

lila

Juro que jamás lo había hecho, y si me lo preguntás, lo único que puedo decirte es que no lo pensé: creo que fue curiosidad. Vi las tarjetas en el teléfono público y se me dio por llamar, ver, probar. Me pasaron una dirección a pocas cuadras de Callao y Corrientes, y me mandé. No tenía nada que hacer: para cuando yo llegara ella estaría durmiendo, debería conformarme con una cena recalentada, la repetición del peor partido que se haya jugado en la historia del Nacional B, y tal vez algunos ladridos del perro que exigiría salir a pasear. Además, hacía mucho que no pasaba nada entre nosotros. Al cabo de unos minutos ya estaba en el despintado ascensor de un edificio sobre la calle Junin. Toqué la puerta 23 del piso 4, y me abrió la puta más gorda y baqueteada y relajada del mundo. Tenía puesto una remera blanca que le quedaba muy corta y una pollera roja; el pelo rubio oxigenado, los labios lila y la oscura piel cansada. No llevaba ropa interior. Dijo mi nombre y asentí: supuse que ella sería la encargada de administrar el negocio y adentro estaría el staff de las chicas. Me equivoqué. La gorda era regenteadora y única accionista de una vergonzosa sociedad sexual con plenos fines de lucro. Pero...¿dónde están las mujeres de la foto? preguntó mi desilusión. Allá están, contestó mientras señalaba un televisor y comenzaba a desvestirse.-
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(imágen extraída de aquí)

1 comentario:

Siesta escandalosa dijo...

Lo de "preguntó mi desilusión" es un excelente resumé.
Lindo blog,nnn. Sigo chusmeando.