viernes, 26 de diciembre de 2008

renales

Esas fiestas en casa de la abuela Norma dejaron un saldo de cuatro borrachos, dos cólicos renales, y un Tío Hugo que ya no podrá volver a caer preso por robo agravado con uso de armas de fuego, porque prendió mal la mecha de un mortero de pésima calidad y le estalló en las manos. El Tío Hugo -cabeza rapada y orejas enormes- ya no tiene pulgares, no sé cómo hará para concretar el sueño que lo llevó a sobrevivir durante estos siete años dentro del penal de Sierra Chica: hacerse socio del club Platense.
Fue su primera Navidad -después de tanto tiempo- en familia, o así lo aseguró: ustedes son mi familia, y me disparó con sus ojos celestes, mientras sacaba con los dientes el tapón de la sidra. Al abrirla, comenzó a beber del pico y le escupió adentro para que nadie le pidiera de tomar. Una vez que la botella quedó vacía, sacó el mortero que le había comprado al chino de la vuelta -un tipo de confianza, me vendía antes de... explicó el Tío a unos familiares: Tío Hugo jamás decía la palabra cárcel, ni derivados ni sinónimos, es decir, jamás completaba las frases, daba por sentado que se entendía- y entonces, chau pulgares. Papá me tapó los ojos para que no le viera las manos, pero yo algo pude ver. Como buen tipo, Hugo se fue sólo al hospital, no permitió que ninguno de los que estaban ahí lo acompañara, para no cagarle las fiestas a nadie, explicó. Lo vimos irse con los restos de sus manos, chorreando sangre hasta la esquina en donde estaba la parada del colectivo 53.-
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(imagen extraída de aquí)

2 comentarios:

Victoria De Masi dijo...

impecable, NNN,

Unknown dijo...

pasaba a desearle un buen comienzo del año
Salutes desde SCI TERROR
H