miércoles, 16 de diciembre de 2009

grata

Admiro a la gente que no siente culpa, pero ojo, que no se confunda con el que no la padece pero sabe que ahí está: grandanés macho y encelo, bardeando el monoambiente de la estabilidad emocional. Me refiero al tipo que hace y deshace con facilidad burocrática, sin advertir la presencia de la culpa, persona no grata en las oficinas de su inconsciencia con sede en cualquier lugar donde pueda madrugarte. De verdad, es digno de aplaudir: que una persona engañe de forma tan obscena, y que siempre haya uno que le crea -ese alguno suelo ser yo-. Y usted, hágame el favor, no se ofenda si hablo de mí: no es soberbia, pero soy el boludo que tengo más a mano, ¿Vió? Porque yo sí que siento culpa, es un torno en la muela de juicio, la insoportable cosquilla entre los dedos de los pies. Y además, un montón de cosas me dan culpa. Ocultar, esconder, disfrazar una actitud o sentimiento, me resulta tan artificial. No sé, no puedo, no lo logro, ella siempre se da cuenta cada vez que intento sorprenderla. Y además, soy sumiso. Acepto mi error, insisto en repararlo. Pido perdón hasta cuando miento en el truco: Perdón, chicos, les hice creer que tenía 33, ja-ja, me desubiqué, tenía 31, sorry, fue sin querer.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

+ rocíorecaño dijo...

no hay nada peor. que no hacerse cargo.