Fui para pedirle perdón. Fui porque siempre vuelvo, y cuando tengo que pedir perdón, compro chocolates, fumo sin paciencia, camino rápido y no miro al frente. Pocas veces pido perdón. No me molesta reconocer mis errores, pero me incomoda saber que ella tiene razón. Entonces me retracto, hago un pedido de tregua a distancia, un pacto de no violencia off shore, para darme por aludido y ceder. En esos casos -en este caso- me pongo mi mejor camisa para ir a buscarla a la salida del trabajo, pago un boleto en la estación del tren, y como no tengo chocolates, le compro un pan dulce a los (ex)drogadictos de la granja de rehabilitación "Renacer", una que aseguran que queda en Ezeiza y en donde todos son re-felices alejados del paco y la merca. imagino esas manos -delgadas, precarias, farmacológicas- esparcir frutos secos sobre la masa, las mismísimas manos que ahora me dan el vuelto y el pan dulce que más tarde, regalaré a ella en señal de perdón, porque cuando uno se disculpa, no puede hacerlo sin ofrecer nada a cambio. Yo entrego un pan dulce, e improviso mi buena acción del día sobre las vías del Sarmiento, mientras uno de los dos faloperos mueve con el pie el canasto lleno de galletas y panes saborizados. A lo lejos, en otro vagón, escucho el speech que viene por default en cada uno de los vendedores ambulantes que antes de exponer la mercadería, piden perdón: señores pasajeros, disculpen la molestia...-
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2 comentarios:
Interesnate analogía de pedidos de "perdón"...
El Sarmiento, cuántos recuerdos!. Un relato fresco que no pierde el dolor de la realidad donde se mueve. Bien ahí! Me gusta mucho
Hola. Me gusta mucho como escribes, me encanta la forma, es simplemente estupenda. Aquí en Colombia los vendedores ambulantes que se suben a los buses y al Transmi también empieza exactamente de la misma manera que tu dices: "señores pasajeros, disculpen la molestia". Jajajaja. Saludos parce, saludos desde historialdeunonanista.blogspot.com, excelente blog.
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