Planeaste unas vacaciones de apuro, vendiste unos cuantos muebles para luego comprar dólares y reservar ese par de pasajes a Cuba, porque fueron dos butacas, con o sin mí vos te irías, y fuiste sin mí, con un cualquiera porque ninguna de tus amigas quiso acompañarte, ser cómplice de tu despecho adolescente, fue una locura que hayas llamado a un ex para volar a Cuba, pero así sucedió. Llegaste, protestaste por el calor, compraste un libro en una mesa de saldos, te regalaron un señalador que perdiste en la primera tarde que pasaron juntos en la playa. Él, después de algunas horas, ya no era tan divertido. Comieron frente al mar, hablaron poco, pagaron a medias, caminaron de noche por la costa, él evitó preguntarte por qué yo no estaba allí, en su lugar, en el lugar que me correspondía, haciendo con vos la ruta que juntos trazamos, fue prudente al no decirte nada, logró un beso y algún demorado gesto conciliador de tu parte. Los últimos días durmieron en camas separadas, él aprovechó para ir al bar a charlar con los lugareños, vos no pudiste dormir en esas noches: tu insomnio psiquiátrico me tuvo de protagonista en cada sueño y yo tampoco pude ni atinar a pegar un ojo.-
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