lunes, 14 de marzo de 2011

Ave María

Atropellé al perro. Sentí sus vísceras perderse en la parrilla del auto, la abolladura enorme ante un impacto a 120 kilómetros por hora, un golpe seco que paseó a la bestia ya muerta durante un tramo de la ruta y arrastró carne y piedras del camino de ripio a oscuras. Tragué su aullido de muerte. Me sentí gritar por dentro en ese quejido instintivo, de piedad estúpida que sólo tienen los animales. Si estacioné sobre la banquina y bajé del Renault 12, fue de borracho nomás. Y al verlo todavía mover la cabecita, no pude más que vomitarle encima, patear el camino para tapar de tierra esos ojos abiertos, la lengua caída y salida de la boca, todo abierto, desparramado, apagado y en silencio. Me puse de rodillas. Recé un Ave María y logré sentirme un tanto mejor. Limpiarme de alcohólica culpa. Fue suficiente para ver la luz aunque tarde para correr: otro auto ya estaba encima mío.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

DamnGirl dijo...

instant karma, nunca mejor aplicado. Un placer leerlo, como siempre, hace mucho no pasaba a saludar. Pase a saludar usted también, que en apff hay sexo para todos.