Llamé porque me pintó el afecto talibán y corté al escucharte porque soy muy cagón. Lo hice con una excusa entre manos -tampoco vamos a andar con berretines entre nosotros-: en caso de que preguntaras a qué se debe el llamado -seguro ibas a consultarlo, con el tonito del ¿a qué se debe tu llamado? que esconde la sincera intención de preguntar ¿¡para qué carajo me llamás, loco!?- hubiera dicho que fue una confusión, que tengo una amiga que se llama igual que vos, que quise marcar su número, que me confundí. No me hubieses creído, está clarísimo, pero aún así, con mi mentira convincente, tendrías dudas de qué fue lo que me pasó para ceder frente al impulso de oír tu voz confundida, a medio tramo entre la sobriedad y la nebulosa del Fernet. Siempre te expliqué que el Fernet es una bebida masculina. Aún así, cada viernes a la noche te bajabas una botella, y una vez escabiada, imitabas el acento cordobés, bailabas cuarteto -decir que bailabas es un tanto generoso-, tropezabas con la mesa ratona y rompías copas y ceniceros y despertabas a los vecinos y terminábamos siempre en la terraza, en ese exclusivo rincón luminoso, el único segmento en que los techos más altos pueden vernos, porque siempre te gustó el affair voyeur. Ahora mismo esas piernas tambalean en el living equivocado, y yo que acá estalla un incendio y no recuerdo el número para llamar a los bomberos.-
.
.
(imagen extraída de aquí)
1 comentario:
enenene > pura ambición deductiva.
Viva su esencia.
Publicar un comentario