Soy un pelotudo de saco celeste y camisa blanca a rayas, sentado en el escalón de una casa cualquiera. Soy un pelotudo con saco y camisa: un pelotudo elegante, y además, con flores amarillas en la mano. Es un ramo más que muy respetable: se consigue de diez a doce pesos cerca del cementerio de la Chacarita. Tengo puesto el mejor jean que pude comprar. Zapatos de gamuza heredados, perfume importado -gentileza de un amigo que se roba las muestras gratis del free shop en donde trabaja- y el pelo seco recién cortado. Un pelotudo con altura, ojo, no vayamos a confundir. Pelotudo perfumado. Pero a fin de cuentas, un pelotudo que te espera siempre, y no aprende, y te trae flores y se viene con sus ropitas coloridas y con sus ganas de que algún día te sorprendas de tanto afecto, pero nada. Si te caigo con un elefante anaranjado, seguro que ni te das cuenta. Preguntarías el nombre, o de dónde lo saqué, que mejor lo devuelva porque están en extinción, y en mi departamento no entra. Y es verdad. Qué pelotudo soy. Pero me queda cómodo el rol del banana split, del zapallo en almíbar. El papel del pelotudo me sienta fantástico. Aunque de a ratos, aunque vos no lo veas, me avivo un poquito y empiezo a pensar.-
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(imagen extraída de aquí)
1 comentario:
Impecable.Saludos!
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