Mujeres inseguras: aléjense de mí. Tiren sus pocas certezas al asfalto hirviente y dejen que las barran los hombres que sí pueden con su incertidumbre seguida de la depresión de no saber. Conmigo no. En este rancho de perdedores, no hay lugar para la duda constante. Ya bastante padezco mis decisiones blandas en las heladerías del barrio –que chocolate con brownie sí, que mejor ponele más tramontana, que cómo no vas a tener vainilla con óreo, si es el gusto del verano- como para tolerar a otra persona que aún no sepa cuándo usar tacos o zapatillas o andar descalza por los zaguanes de mis delirios cósmicos vestidos de artísticos. Vamos a lo simple, a lo seguro, o ni siquiera entremos en la disyuntiva. Mujeres sin certezas, escupan sobre los alcochados ajenos y los techos de los colectivos lo poco, lo último que les queda de sus personajes abanderados sin banderas. Jueguen a la payana de la vida ¡De una vez, señoritas! Arriesguen los candados de sus piernas sin doble tracción. Confíen en ustedes, en mí -tal vez, de a ratos, no siempre, no tanto-. No estás gorda. Un helado más –digamos helado, aunque bien podría ser cualquier otra porquería de la vida pública- no hará que yo esté inseguro de vos. O sí. Qué se yo. Qué importa...-
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.(imagen extraída de aquí)
4 comentarios:
Estás pidiendo un milagro.
Certeza y duda : dos caras de una misma moneda.
:) dialéctica
Con la confesión sobre qué helado pedir, yo me alejo sin que me lo pidas!!!
Pues, digamos que lo que vos querés no existe...o no es humano, al menos.
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