miércoles, 4 de noviembre de 2009

tránsfuga

Tu infelicidad no me hará volver. Punto. Por más que llores, patalees, cortes cebolla o juegues al solitario en la pantalla de tu computadora, no estoy dispuesto a dejarme sobornar por tu repentino arrepentimiento arremangado. No es así. No me das pena. O sí, un poco, pero eso no es suficiente para rebobinar la cinta mal grabada de nuestros días en trincheras alquiladas. Dejá de abusar de mis escritos. Ya mucho se gastan solos como para que vengas a reciclarlos. Pero igual ahí estás, vos y tu pose de víctima, la mueca cocainómana depresiva, los discos de Serrat y mis libros a medio vender. Dejé la Enciclopedia Británica: seguro que la hiciste guita en alguna mesa de saldos en el Centro. Dentro del tomo VI había una carta de cuando nos conocimos. Con eso vas a poder darle cuerda a tu nostalgia. Lo que te pido es que dejes de repetir tu histeria de mujer sola, de llamar compulsivamente a tus amantes del colegio primario, y que ni por error se te ocurra nombrarme de contrabando, bajo un teléfono desconocido o marcando asterisco numeral y la combinación rara que te dijo el pibe de la empresa -tránsfuga de poca monta, narcotraficante al por menor, onanista eterno por necesidad-. Ya está, ya fue. Tengo la cabeza en pausa y así las cosas van bien.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

Anónimo dijo...

espero q andes super bien! de vez en cuando me acuerdo de ti!
besitos!