lunes, 8 de noviembre de 2010

peajes

Cuando suspiré sobre la cama del telo y con los ojos en mis ojos estrellados en el fondo de un espejo en el techo, con ese suspiro de tabaco y angustia enredada, así como tendido, como derrotado, pintado de resignación, abatido, caído en cumplimiento del deber de amante titular, goleado en la final de un torneo de papifutbol categoría veteranos hiper-baqueta, bochado en la última materia de la carrera de Medicina en la UBA, casi triste, confundido a medias y otro tanto autoengañado por la ilusión de que ese suspiro no significara lo que en efecto sabía que significaba, con esa sensación agridulce y en pleno goce del descanso post-sexo a media pila, supe que habíamos llegado al final del final. Porque hubo varios peajes hasta el final absoluto: me hiciste luces más de una vez, y yo no las supe ver. Digamos que me emperré en montar un triunfo bilardista para este amor cagado a palos, me jugué a dilatar el impulso de muerte, a demorar el minuto noventa, pero no fue de negador sino que en ese momento guardaba la idea de que tenía sentido amarrar tus ganas de salir de gira a mi necesidad de quererte bien, porque nos quisimos bien, yo te quise y eso hasta parece un mérito, aunque a esta altura del partido -ahora lo entiendo- ya todo te resulte tan insuficiente.-
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(imagen extraída de aquí)

1 comentario:

karinaloca dijo...

ay, complicado para un lunes lluvioso de noviembre. pum para abajo.