Ayer, mientras sacudía en la ventana el mantel con las migas del pan del domingo, una vaquita de San Antonio se quedó en mi mano izquierda. Solté el mantel celeste, que cayó hasta el patio y envolvió la cucha roja del perro de doña Susy. Entonces miré por varios minutos a esa bolita negra con pintitas blancas y anaranjadas, y cerré los ojos muy fuerte para pedir, como único deseo, que te quedes conmigo, aunque más no sea, hasta que yo encuentre una forma mejor de ser feliz.-
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(imagen extraída de aquí)
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