Nos encontramos en el momento equivocado: con esa frase ella empezó a dejarme. Por instinto miré el reloj, ¿qué momento? pregunté, pero ella se cruzó de brazos y supe que hacerme el boludo no funcionaría. Hablemos adentro, hace frío acá, dijo y me llevó al mismo bar donde meses atrás, me había confesado que quizá, no sé, se me ocurre que vos podrías dejar de salir con otras mujeres y estar sólo conmigo. Eligió la misma mesa de la primera vez, junto a la ventana, frente al puesto de diarios del tipo ese al que le falta una mano. Y tuve tanta mala suerte que nos atendió el mozo que nos trajo nuestras primeras lágrimas en jarrito, y que fue la primera persona a la que le dijimos que éramos novios. En secreto, ese mismo mozo -Juan Carlos, Lugano, tres hijos- me confesó al oído que era un pelotudo -sos un pelotudo, nene, así me dijo- por haber dejado la joda por una mujer. La joda es como la dignidad: lo último que se pierde, había asegurado Juanca. Pero ahora se acercaba con tono solemne: no nos reconoció. Mejor así. Pedimos lo de siempre. Vos sabés como es esto, dijo ella, y antes de que me apuntara con su ametralladora de lugares comunes -no sos vos soy yo, algo se rompió, y la lista de frases que incomodan más al que las recibe que al que las dice-, me apresuré a contestar no te entiendo, y ella que se acabó. Improvisó un llanto de mármol, y le dije dejate de joder, si no sabés llorar. Silencio. Sus dedos temblaron en el borde de la mesa: eso me puso un poco nervioso. Desde afuera, Los enormes ojos de Angelina Jolie me observaban desde una revista del puesto de diarios. Insensible, gritó ella y se fue sin dejar ni una moneda. Sobre la mesa, dos lágrimas en jarrito, con las masitas obsequio y todo. ¿Te cobro? preguntó Juanca. ¿Y si te digo que no qué? Se me ocurrió desafiar, pero mi billetera se abrió y eso fue suficiente aprobación. Diez pesos, pidió y le di doce. ¿Te conozco de algún lado? preguntó con inquietud casi homosexual. Jamás nos vimos, Juanca, contesté y salí del bar.-
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(imagen cortada, extraída de aquí)
2 comentarios:
Buen cuento. Larga vida a la melancolía, loco.
me matan los detalles que mandás como "las masitas de obsequio", jaja, lo hacen muy real.
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