Vi tu cara en el subte: sólo tu cara, cerca de la puerta y entre el resto de las caras todas iguales. Y entonces la pregunta. Cómo te las ingeniás para vivir tan bien sin mí. Cómo llevas adelante lo artificial de no ver nunca más -nunca más, así dijiste- a la persona que hasta hace unos días amabas. Qué falso todo. Esto de cortar y dejar que el otro se vaya, se aleje, se muera, o haga cualquier cosa pero a ciegas ¿No te parece raro? ¿Que la gente quiera y desquiera con tanta facilidad? ¿Que deje de verse tal vez para siempre? -para siempre, así dijiste-, pero yo te vi, o vi tu cara, y en este momento aprieta la nostalgia en el estómago. Me gustaría que cayeras en ese error tan diplomático de los hombres, que me llamaras incluso contra mi pedido expreso de que no volvieras a hacerlo -no me llames, creo que dije- para preguntarme, aunque más no sea, cómo estoy, qué pasó con lo último que nos quedaba, que hay de nuevo esta tarde en el subte.-
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(imagen extraída de aquí)
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