Difícil olvidar a tan fino peleador callejero, rompenucas de película, terror de patovicas y mafiosos del Bajo Flores, a mano limpia se las arreglaba con cualquiera, le fiaban hasta en el bondi, hasta los dealers, hasta las putas le fiaban y agradecían, porque el tipo era un caballero, y además, era precioso, no muy alto ni muy delgado ni musculoso, era un hombre normal pero de ojos furiosos, rostro perfecto y siempre bien vestido y perfumado y con modales, se la bancaba en cualquier lado sin importar el número, experto cabeceador de tabiques, he visto cómo uno tras otro le rompían botellas en el marote y el tipo jamás se cayó, jamás protestó ni bajó la cabeza, jamás violó a una mujer pero tampoco lo vi jamás con una de ellas, era un duro, andaba solo, sin muchos amigos y con más vicios que peleas ganadas, formidable armador de fasos, merquero de colección, manipulaba el arturito con soberbia elegancia, pero era un tipo discreto, sobrio en su andar, borracho desde los 12, sin tatuajes, un rebelde salido de la primera hora, de esos que caminan Buenos Aires en pantuflas, cómo voy a olvidarlo, una pena que se haya quedado en el tiempo, que se pasara de macho alfa, que haya querido esquivar la bala de un hijo de la clase más alta de una subdependencia de las variedades de Palermo, un auténtico producto del Palais de Glace, y el tipo se le hizo el malo, desconocía la existencia de la pólvora, cómo lo voy a olvidar, la muerte de un guapo no es poca cosa.-
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(imagen extraída de aquí)
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