El día que tenga hijos -siempre quise comenzar un texto con una frase tan solemne-, no voy a recomendarles que se alejen de las malas compañías ni de las mujeres neuróticas ni de los rincones más oscuros de Constitución. Es muy relativo decir algo así: no es más que otra forma de no hacerse responsable, de atajarse para que cuando al fin pase algo, uno se crea con derecho a sentenciar yo te avisé, mirá, soy un papá que sabe de las cosas. Intentaré ser más útil. Un intento no cuesta nada. A mis purretes les aconsejaré mantenerse a distancia de la gente a la que todo le da igual. A secas, no hay más recomendaciones. Ellos no me entenderán en el momento, pero en el futuro, estoy seguro de que me lo van a agradecer -siempre quise decir esa frase-. Lo peligroso es que esta gente vaga por cualquier lado, actúan como seres normales, pero no se fíen, camaradas -no se fíen, hijos míos, me anticiparé-, porque no los ves venir a los muy hijos de puta. Yo -es decir, papá- tuve un suegro del estilo. Cada noche en casa de mi novia, me sentaba en una punta de la mesa rectangular, y después de servirme la reglamentaria ensalada de papa y huevo con aceite de oliva, desde el mejor lugar del foco de atención, era instado a comentar algo interesante frente al núcleo familiar. Mi suegro -"suegro", qué palabra solemne- miraba con atención, me escuchaba hablar de política, de fútbol, de física cuántica (y nunca jamás supe nada de física cuántica -ni sé qué es "cuántica"-). Pero a ese tipo -a mi suegro, al papá de mi novia, llámenlo como quieran- todo le daba igual, todo le parecía tan interesante, tan recomendable, tan elocuente y magnífico, que si en verdad todo fuese tan interesante, recomendable, elocuente y magnífico, la vida sería una cagada. Una vida sin sorpresas o una vida de sorpresas constantes (al fin y al cabo es lo mismo). Si todo te da igual, cambiá de Matrix o de medicación. Háganlo, hijos. Cambien todo el tiempo. Sospechen cuando la calma se haga costumbre. Y aléjense del que vive con recelo, del que coge por coger, del que está resignado, del mediocre, del displicente: después de todo, cualquiera de ellos da igual.-
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4 comentarios:
"Aléjense del que vive con recelo, del que coge por coger, del que está resignado, del mediocre, del displicente: después de todo, cualquiera de ellos da igual". ¡Aprendí! Juro que aprendí!
¡Brindo por ello! la mediocridad me da asco y miedo. Más del segundo que el primero.
http://www.youtube.com/watch?v=oQmR0GC88-Q
Aunque a veces sientas que te quedas solo, siempre es mas saludable que vivir atrapado e n una vida sin sentido...
Nada da igual, incluso que de igual!!!
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