Ella nunca le iba a comprar los billetes del Quini al padre, porque decía que así le daba una mano al vicio, al juego, al delirio de ganar algo. Nunca iba pero justo esa tarde fue, fue justo de tarde y le jugó a los números que le dijo el padre, una fecha de nacimiento, el día de algún santo, y los últimos números se los regaló a ella, que no sabía muy bien a qué jugarle y jugó nuestro aniversario para escribir algo nomás. Y justo ahí cayeron dos tipos medio raros, pero ella ni los miraba, porque en la casa siempre le dijeron que mirar raro a la gente rara es de mala educación, además, qué tiene uno que andar mirando a la gente que no conoce, vaya uno a saber qué le pasa a esos tipos, qué le pasó a esos tipos que sin preguntar nada le pusieron un tiro a Don Hugo, el viejito dueño de la agencia de lotería, ahí, en la esquina de José León Suarez. Y ella gritó sin pensar, que si hubiera pensado ni abría la boca, pero a los tipos no les gustó nada eso de que ella se pusiera nerviosa, se pusiera a llorar, y la arrinconaron contra un baño, uno se encerró con ella y el otro sacaba la plata de la máquina, y ella gritaba pero ya nadie podía escucharla, o nadie quería, o no sé, ella que fue sola, que nunca va para la agencia porque de buenas a primeras se pone oscuro y es peligroso, y ella que nunca iba justo fue, y el tipo se reía mientras ella lloraba, lloraba un poco menos que ahora que la tengo enfrente, que no habla ni grita ni piensa, no me mira, después de todo no queda nada, entonces cómo volver a tocarla, cómo acercarme sin que me sienta un extraño, cómo sacarla de la imagen de la agencia, de Don Hugo que se desangra sobre los últimos billetes del Quini, de la cara del tipo raro que se encerró con ella en el baño.-
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3 comentarios:
Prrr... me hiciste dar chucho...
pfff... siempre me pregunto como es q se vuelve de ahí...
Se vuelve...es trabajoso pero se puede regresar.
Realmente el texto, ese monólogo interno es impresionante. Logrado y vivo el relato.
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