
Habré escrito esta carta, sin certezas, unas cincuenta veces, a distintas edades y en diferentes lugares y momentos. Lo único que en verdad puedo afirmar, es que si ésta carta llegó a tus manos, yo no soy estéril. Buenas noticias entonces.
Te pensé tantas veces y en tantos vientres incorrectos, con tantos ojos y colores y cabellos y pesos diversos, que se me hace difícil darte hoy un rostro preciso, la sonrisa adecuada, y después de todo, debés estar mareado. Perdón por eso.
No voy a darte consejos -al menos no de esta forma-, no quiero ser ese padre ridículo que da cátedras para sentirse padre. Me gustaría que seamos amigos, que tengamos confianza, y que podamos pasar el tiempo suficiente como para lograr una relación similar a la que yo tengo con mi propio padre. Si lográs algo parecido a la admiración que yo tengo hacia tu abuelo, tampoco me ofendería. Pero a lo que iba con todo esto es que sólo voy a decirte una cosa. Si optás por el camino de la heterosexualidad -único terreno del cual puedo opinar- te recomiendo paciencia. Tal vez te parezca raro que diga esto, pero vas a entenderme. Ya te llegará el momento y verás hacia donde apunta tu felicidad. Sólo eso, no quiero ser solemne. Paciencia es el asunto.
Espero que pasemos un buen rato en compañía uno del otro.
Ah, y aunque suene como un lugar común -y tal vez lo sea- decile a tu mamá que la quiero y que siempre supe que ibamos a terminar juntos.-
(imagen obtenida de aquí)