
Primero, familiarizarme con el olor de tu casa. Creo que hicimos el amor en silencio, mientras en la radio, The Beatles acercaba a mis oídos Dear Prudence, y yo sentía la presión de saber que esta sería la última vez que estaríamos juntos. Me lamiste los lóbulos: sabés que me pone nervioso que me laman los lóbulos. Y entonces recordé cuando jugaba a la botellita en el patio del colegio primario: ronda de guardapolvos blancos que se miran unos a otros. Nunca me tocó darle un beso en la boca a una compañera, siempre el pico de la botella se detenía en los chicos más lindos y más fuertes que no por casualidad siempre son los más estúpidos e hijos de puta. Alguna que otra vez el fondo de la botella apuntaba hacia mí, y yo respiraba hondo, pensaba cómo sería sentir los labios arrugados y húmedos de una mujer, si me haría cosquillas o qué. Pero ese beso jamás llegó, por el contrario, me lamían la oreja, como una genuina demostración de absoluto rechazo, displicencia y asco. Cuando lo hiciste tuve ganas de golpearte. Pero te besé. Miento. Te di el único beso que hoy me arrepiento de no haber prolongado por horas. Estoy seguro de que a vos no te pareció tan bueno como a mí: te reíste y me llamaste bruto. Y yo casi hasta te pido: no te vayas.-
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3 comentarios:
Palabras de Fogwill:
“Tres cosas para escribir como se debe: no reprimirse, saber contar lo que no se reprime y atreverse a llegar hasta el final, sin que te importe lo que diga tu portero, tu mina, tu vieja, tus amigos o el tipo que te pasa los tomates”.
Y saludos.
Amigo círculo vacío:
Gracias por lo elocuente de sus palabras.
Saludos.-
Juano:
Nunca usaste guardapolvo blanco.
Muy bueno el texto, sin embargo. De verdad sentí el momento en que te lamían la oreja. Te felicito.
Eze
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